Sunday 27 December 2015

A Christmas Story

Es bien sabido que uno de los grandes dramas de la sociedad Occidental es pasar las navidades lejos de casa y sola. Casi equiparable a un orfanato incendiándose. O Nickelback sacando un nuevo disco.

Ya que considero mucho más entrañable celebrar mi inminente 30 cumpleaños con mi familia y mis amigos que las navidades, decidí, por segundo año consecutivo, que estas festivas fechas las pasaría de nuevo en California. Así que el plan era pasar las fiestas viendo Netflix compulsivamente y bebiendo craft beer y ya en febrero ir a movelo a Europa.
Pero parece ser que mi planazo de Netflix + alcohol suena muy deprimente cuando lo digo en alto, y cuando se lo conté a mi ex–compañero de piso y su novia, lo consideraron inaceptable, y en medio suspiro tenía en mis manos una invitación de lo más atractiva para pasar las navidades con sus respectivas familias y con ellos en Merced, un pueblo de algo más de 80000 habitantes al norte del estado y que yo sólo conocía de oídas por ellos y porque en Sons of Anarchy mencionaban su clínica abortista. Más tarde también supe que en el 2000 hubo un tipo extraño que asesinó a los niños de una familia, desnudo y armado con un chisme de labranza.

Así que el 23 de diciembre nos montamos en el coche con equipaje digno de una película de Paco Martínez Soria (aunque yo llevaba una bolsa sólo). Diez horazas que tardamos en completar un viaje en carretera que normalmente lleva seis horas. Y todo por LA y su maldito tráfico causado por sus conductores haciéndose selfies compulsivamente.

En el momento en que pisé Merced hice principalmente tres cosas: comer pasas cubiertas de chocolate delante de la chimenea, beber cerveza y leer el libro de turno. Puro bienestar.
Me explicaron, muy elocuentemente, que en Merced solo hay tres cosas que hacer: crafts (o manualidades, pero que suena menos guay), sexo o meth (fumar metanfetamina, se entiende. Todavía no entiendo muy bien por qué en Europa esto no es tan popular como en USA donde es más típico que les marañueles en Candás, con lo bien que se nos da seguir el ejemplo anglosajón en su peor vertiente). Sí, estaba en los auténticos Estados Unidos de America y me encantaba. De las consabidas tres opciones (crafts, sexo y meth), por las circunstancias y la relación que nos unía, lo único factible y no destructivo, emocionalmente hablando, eran las crafts, lo que significó que mi amiga las hacía y yo miraba mientras comía pasas cubiertas de chocolate delante de la chimenea y bebía cerveza.

Creeréis que la cena de Nochebuena fue un atracón de pavo y todas esas cosas que se comen en Thanksgiving. Pero no. Cenamos en casa de mi amigo y ex–compañero de piso comida china. Mi manía por no comer mamíferos ni aves redujo considerablemente mis opciones nutricionales, lo cual no importó demasiado porque me llené de pasas cubiertas de chocolate y cerveza. Mi amigo y ex–compañero de piso tiene una familia infinita (quizás no tan infinita, pero a partir de tres hermanos otorgo el adjetivo “infinito” a cualquier núcleo familiar) y muy dinámica. Acabé la noche bebiendo chupitos de algo que se llamaba Tuaca (o similar, cuyo origen alcohólico aún desconozco) y Fireball (que creo que es whiskey) con su hermano pequeño de ventitantos años (el cual acabó ofreciéndose amablemente a casarse conmigo en caso de necesitarlo en un futuro sin visas de trabajo) y el marido de su madre.

Mesa del desayuno de Navidad, momentos previos a que se llenase de café, huevos hechos de tres formas diferentes, patatas, bacon, pork chops, mermelada y mucha mantequilla.

A la mañana siguiente tocaba abrir los regalos como dicta la costumbre. Cuál fue mi sorpresa al descubrir que estas adorables, amables y presbiterianas familias habían hecho hueco en sus listas de navidad para comprarme regalos y “hacerme sentir como en casa”. Puedo aseguraros que abriendo los regalos, mientras desayunábamos cafés con Bayleys (para más tarde tomar huevos, patatas y fruta, dando paso a las pasas cubiertas de chocolate delante de la chimenea y la cerveza de después) me hizo sentir casi como en casa.  Me pasé todo el día tirada en el sofá, con las pasas, la cerveza, mi libro, los envoltorios de todos los regalos, charlando con mis amigos y manteniendo interesantes conversaciones sobre neurociencia, sobre la legalización de la marihuana, sobre Donald Trump, sobre energía renovable, sobre el régimen nazi… según me iba cruzando con la gente por la casa (su hermano, sus abuelos, sus padres…). Tan pedante como puede sonar todo, no me aburrí ni un segundo. Y si alguna vez estuve a punto, las pasas cubiertas de chocolate y la cerveza lo diluyeron. Tengo que decir que eché de menos alguna conversación de mierda (literalmente, sobre heces) como es costumbre en mi casa. Quiero pensar que es algo que internacionalmente se da en todas las familias el hablar de mierda, pero que quizás esta vez se cortaron al tener a una outsider (yo) a la mesa. Si ellos supieran… El día acabó con toda la familia reunida viendo la típica película navideña A Christmas Story con el pequeño Ralphie como protagonista (la película era del repertorio americano equivalente a Cine de Barrio). Yo no pude evitar quedarme un poco dormida, despertándome a ratos con las risas de los abuelos.

Navidades en familia, no la mía, y en un pueblo, no el mío. Pero muy entrañable aunque no hubiera turrón, ni polvorones, ni pitu caleya, ni langostinos. Joder, USA mola y no todos son votantes de Trump o meth-heads.

En serio.

Conozcan antes de emitir juicios de valor.


Elen

Sunday 6 December 2015

Música y tofurky

Lo más interesante que ha ocurrido en noviembre se reduce a dos eventos: Acción de Gracias y el festival de música San Diego Music Thing. No en ese orden.

Una de las grandes ventajas de tener mi trabajo es que a nadie le importa qué horas trabaje. Si quisiera ir al laboratorio de 8pm a 5am todos los días y trabajar en pijama, nadie se enfadaría siempre y cuando siguiera mostrando resultados (puede que me ganase alguna sugerencia de terapia, pero quién sabe). Así que me tomé libre la mañana de un jueves para ir a ayudar a vender los pases de 3 días y en general, registrar a todos los conferenciantes y bandas que tocaban en el festival aquel día. La mañana se pasó muy rápido conversando con los otros voluntarios: una estudiante de music business de 19 años,  un señor que trabaja en ensayos clínicos y un chaval artesano del cuero que había vivido en Alaska (no sé por qué nadie es feliz allí). Un grupo variado con una conversación interesante sobre vinilos y el movimiento maker (algo así como el DIY con la meta de reconectarnos con el mundo, en lugar de tanta pamplina de social network y demás lacras modernas). Hablamos de más cosas, pero no recuerdo mucho. Porque por allí apareció Martin Atkins, un inglesón que quizás os suene por su banda, Pigface, que tiene junto a John Lydon (nombre por el que se conoce a Johnny Rotten, sí, el de los Sex Pistols, desde que anuncia mantequilla). 

Johnny Rotten. Nevermind the butter.
Estuve charlando con él sobre la sesión de grabación que había tenido la noche anterior con, cómo no, gente de The Locust. El tipo hablaba con mucha pasión aunque por el simple hecho de ser británico ya me tenía ganada. Desafortunadamente, no pude quedarme a su charla sobre cómo girar de manera rentable y efectiva con tu banda porque tuve que ir a hacer acto de presencia en mi trabajo, ese en el que sí me pagan. Al día siguiente volví para asistir a la conferencia del cantante de Bad Religion y profesor de Evolución de UCLA, Greg Graffin. Como no había mucha gente, tuve la oportunidad de hablar con él, más de ciencia que de música, aunque parezca mentira. Me informó de que mi doctorado en Bioquímica me abriría muchas más puertas que el doctorado en Zoología que él tiene… Os puedo asegurar que cuando alguien con una posición de profesor en una notoria universidad que además resulta ser el cantante de uno de los grupos de punk-rock más famosos del mundo, te dice que tu educación te llevará más lejos que a él, una no puede evitar mostrarse un tanto escéptica.
A lo largo de los tres días de festival vi a todas las bandas que pude, incluyendo a Yo La Tengo, una banda que todo el mundo debería ver, independientemente de que te guste o no su música. Salí de ese concierto con una sensación de tranquila felicidad, como si hubiera hecho yoga puesta de ansiolíticos. También vi un par de bandas en una iglesia reformada que ahora sirve de sala de conciertos (a dos bloques de mi humilde hogar).



El otro evento clave de cada noviembre es el Thanksgiving, no tan musical (aunque tuve que escuchar discos dignos del hilo musical de Starbucks) y con mucha más comida que el San Diego Music Thing. Esta vez volvió a ser similar al del año pasado. Acción de Gracias español el día propio de Thanksgiving, es decir, con compañía originaria de la madre patria. El segundo Thanksgiving (Friendsgiving) propiamente americano, con americanos, con cosas americanas y que terminó, en lugar de jugando a juegos de mesa políticamente incorrectos como el año pasado, viendo películas de Jackie Chan (fun fact: la película estaba doblada al inglés pero con acento chino. En España eso no lo hacían, verdad?). Mi alergia a los gatos me impidió hacer la tradicional sobremesa de 9 horas y tuve que irme después de 5, cuando ya empezaba a notar que respirar se hacía más difícil y los anti-histamínicos no funcionaban. Este Thanksgiving aprendí que el tofurky no es tan malo como suena.

Jacki Chan en su éxito de 1978, Drunken Master.
Se presenta un diciembre prometedor: pasaré la Nochebuena y Navidad en Merced, un pueblo de la California profunda (para que os hagáis una idea) cuya referencia televisiva es la mención en Sons of Anarchy debido a la clínica abortista que se encuentra allí. También voy a tener que volver a visitar a Patty y Selma en el DMV para conseguir una copia de mi carnet de conducir, no sin antes pasar por el Departamento de Policía para denunciar la pérdida del mismo. Y en caso de recuperar mi driver's license antes del 2016, quizás la Nochevieja la pase en la carretera. Sabéis lo que me gusta "Las Colinas tienen Ojos" y no se me ocurre mejor manera de despedir un surrealista 2015 que atravesando el desierto en coche.


No sé qué debería asustarme más. 

xx
Elen