Octubre,
aunque repleto de anécdotas, ninguna ha sido tan fascinante como para rellenar
más de un párrafo, suele ser un mes flojo. Mes flojo, post flojo. Así que voy a resumiros lo que ha acontecido digno de mención en este último mes, a pocas horas de que el país sea
posiblemente tomado por un energúmeno caricaturesco con principios de demencia.
He
estado trabajando una media de 12 horas diarias. Ha llegado ese punto en el que
paso más tiempo en el trabajo y en el coche que en mi apartamento. Quizás por
eso el segurata del parking del trabajo
se haya mostrado especialmente interesado por mi situación marital y empiece a
perfilarse como el protagonista en potencia de una película de antena3 del
sábado.
He visto
a varias bandas de mi bucket list – Rocket from the Crypt, Daughters, Loma
Prieta – gratis, gracias a la generosidad de otras personas. También he visto a
Kathleen Hannah, a la cual creí que no vería nunca en directo antes de morirme.
Entre canción y canción puso de manifiesto unos cuantos puntos muy interesantes
sobre su tema favorito, el feminismo. Entre otras cosas comentó situaciones tan
familiares como el hecho de que todas/os tenemos ese amigo que cree que es
gracioso insultar a una mujer llamándola zorra (o sinónimos) sistemáticamente.
Pista: si no te das cuenta de qué amigo es, es posible que sea porque eres tú.
O como hoy en día la discriminación positiva se nos está yendo de las
manos hasta llegar al punto de
incluirnos porque es lo políticamente correcto y no porque de verdad importemos
(i.e. invitaciones a conferencias en las que tienen que llegar a un mínimo de
presencia femenina para que no les tachen de machistas). No me voy a poner en
plan predicadora, pero si no entendéis por qué esas dos cosas necesitan
arreglarse, igual es porque sois parte del problema (como se suele decir).
He fermentado
mi propia cerveza en casa. En general, no lo recomiendo. Me parece mucho más
cómodo ir al super y (por un precio más bajo) conseguir la cerveza que quiero,
la cual va a saber exactamente cómo me espero. Pero como experiencia no estuvo
mal, más que nada porque el kit cervecero fue un regalo de cumpleaños. Pero
creo que con el ganchillo ya tengo cubierto el cupo de DIY y crafts en mi vida.
Le regalé
una mochilita al ganador del premio Nobel de medicina y fisiología de 1977. Fue
durante el día de retiro del trabajo, a la orilla de la playa, en donde también
me dieron una mención de honor al poster que presenté con mi investigación.
Estoy segura de que fue por la exquisita combinación de colores que elegí para
representar la estadística.
He
tenido bastantes conversaciones sobre política, azuzadas por el circo que han
supuesto los debates presidenciales. Lo que a su vez me ha instado a disenar un
plan de escape sin fisuras que consiste en una huída clandestina dirección a
Vancouver en mi coche, previa sustitución de la matrícula y cambio de aceite,
cargada con mis vinilos, mi hámster, el ukelele, y mis legos. Regalaré mi
suscripción a netflix a la primera persona que me hable en el autobús la semana
que viene, cuando lo tome en dirección a downtown
San Diego para asistir a la mayor conferencia anual sobre neurociencia del
mundo (la cual tiene lugar en el convention
center, mismo emplazamiento de la ComicCon). Allí buscaré potenciales
laboratorios en los que pueda empezar a trabajar en neurociencia del
comportamiento, bajo un nuevo nombre: Doctora Kelly McJingles.
Me hice
amiga de un matrimonio de testigos de Jehová que encontraron tremendamente
interesante mi historia de apostasía, pero que no les impidió evangelizarme
sobre cómo la única solución para paliar el dolor es Dios. Les insistí en que
la respuesta no era Dios, sino la neurociencia. Lejos de contradecirme, me
invitaron a que me uniera a alguna de sus reuniones en el barrio. No lo
descarto, pero antes les prometí a los cienciólogos y a los born again Christians que me pasaría por
sus respectivos guateques. Así que los testigos de Jehová se quedan en lista de
espera.
También
me hice un tatuaje nuevo porque mi tatuadora estaba de visita desde Hawaii, una
gaviota me cagó en la nuca mientras tomaba el sol y he descubierto
recientemente que el bedel del trabajo, aunque nunca responde a mis saludos mañaneros,
lleva perfecta cuenta de las veces que
me he cambiado de color el pelo.
Con Halloween formando ya parte del pasado y
un nuevo Thanksgiving aproximándose,
ya no queda mucho del 2016 y menos pa volver a Asturies por navidad, a ejercer
mi vegetarianismo locacional y ponerme hasta les tetes de pitu caleya, gambas, mazapanes
y turrón.
Elen
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