Cuando una
persona se va de viaje a algún sitio, en el momento en el que se monta en el
avión (o cualquiera que sea el medio de transporte elegido para llegar a su
destino) se convierte en turista y por tanto, sufre la pérdida automática de
todo vestigio de dignidad humana.
Yo, incluida.
Y eso que hago grandes esfuerzos para parecer local. Camino por la calle con
decisión como si supiera a dónde me dirijo (lo cual provoca grandes pérdidas de
tiempo tratando de volver al camino correcto), a veces incluso saludo a los
viandantes y los llamo por sus nombres de pila (que me invento). Es un problema
que tengo. Odio ser turista.
Pero
así me he pasado las dos últimas semanas. Siendo turista en mi ciudad y en
algún otro sitio. Y como soy una hater,
voy a empezar hablando del sitio más despreciable del mundo (con perdón de Las
Vegas): Los Angeles. También porque, cronológicamente, comencé por aquí en el
tour californiano que les brindé a mis padres los cuales vinieron a visitarme y
hacerme croquetas.
Tuve
que ser, por tercera vez, turista en LA. No todo en LA es malo, hay ciertas áreas
que no dan tanta cascancia, pero Hollywood es uno de los sitios más
decepcionantes del universo. Un fin de semana entero me quedé allí, y una vez
más, sobreviví. La ventaja de esta ocasión es que estuve en un hotel de esos en
los que las estrellas de cine van a suicidarse de sobredosis de barbitúricos en
la bañera. De hecho, el hotel estaba justo detrás del teatro Dolby (anteriormente
conocido como Kodak), que debería sonaros porque es donde se celebran los Oscar
(ya sabéis, esa ceremonia a la que Jennifer Lawrence va a tirarse al suelo).
Estábamos en una habitación en la planta 14, con grandes ventanales desde donde
podía divisarse la gran senal de Hollywood, pero no escupir a los viandantes ya
que dichos ventanales no se abrían.
Hollywood |
No
puedo destacar nada de Hollywood, porque nada es destacable. El suelo está
pegajoso (asumo que del sudor de los cientos de miles de turistas que deben de
pasar por allí cada mes), la calle está repleta de tipos que ofrecen tours en buses
para ver las casas de las celebrities y
chorradas similares, de muchas estrellas con nombres de personas (y cosas) famosas
(las cuales, no te engañes, no conoces ni el 20%) y de gente que hace performances no sé exactamente con qué
fin (están contratados por la sociedad de comerciantes del Paseo de la Fama
para mantener a los turistas boquiabiertos y patidifusos y por tanto más
fáciles de engañar?, son wannabes que
esperan ser descubiertos por agentes que pasean por Hollywood en su tiempo
libre?, lo hacen por amor al arte y a las propinas de los viandantes?). Esta
vez no interaccioné con casi ninguno (quizás ya estoy consiguiendo el look de local que tanto ansío) pero sí
que le di una potente y satisfactoria palmada en el culo a un muchacho que iba
vestido del doctor Frank N Furter (The
Rocky Horror Picture Show). Que conste que me lo pidió él.
Consejo
(de esos que sé que nunca nadie seguirá): si alguna vez venís al sur de
California y tenéis que elegir entre ver LA o visitar cualquier otro sitio
(cualquiera, incluso Barstow), elegid el otro. LA no merece la pena. Hollywood
os decepcionará y hundirá vuestros sueños y quizás cojáis alguna infección de
piel (en el mejor de los casos). Y nunca, NUNCA, vayáis a Malibu.
Mis
padres, sin embargo, que son gente sencilla de provincia, naturales de la
cuenca minera, que gustan de cenar pizzas de 50cm de diámetro y desafiar a los
agentes de la ley, disfrutaron de LA. De LA y de todo lo demás que vino después.
La
siguiente parada fuera de San Diego fue el Grand Canyon. Pero sinceramente, ni voy
a describirlo ni voy a subir fotos. Porque cualquier cosa que os diga, os enseñe
u os trate de describir, no le va a hacer justicia. Es algo que hay que ver en
directo.
Había
muchos turistas con problemas de movilidad (ya fuera por obesidad o por otras
razones desconocidas) que se desenvolvían maravillosamente. Da igual lo vago o
inmóvil que seas, serás transportado de un punto a otro sin problema. Porque aquí
los parques naturales están preparados para que no tengas que esforzarte. Aquí es
bastante fácil observar esa pérdida de dignidad automática de los turistas al
intentar hacer la foto más original. Asumo que muchas muertes absurdas habrán presenciado
el Grand Canyon y las ardillas que por aquí retozan. Además me di cuenta de que
los turistas, no sólo pierden la dignidad, sino también el sentido del civismo,
cuando vi basura tirada por las esquinas de los caminos (botellas de agua,
paquetes de plástico, bolsas de patatas fritas…). Y el problema es que en un
sitio como en el Grand Canyon no puedo disimular. Todos pertenecemos a la
subespecie turista, aunque personalmente conserve mi civismo.
Ardillita jugando con la mierda que los turistas desaprensivos dejan tirada por ahí. |
Consejo:
si alguna vez aterrizáis cerca del Grand Canyon, haced lo posible para
visitarlo. Merecen la pena todas las horas que haya que conducir desde donde
sea.
Chardonnay post-City Lights Books. |
Otra de
las paradas que hicimos fue San Francisco. Era mi segunda vez. San Francisco me
gusta. Aunque sólo sea por el barrio de North Beach, donde se encuentra la
librería City Lights, fundada por el poeta Lawrence Ferlinghetti, el cual fue
juzgado en su día por obscenidad al publicar la obra Howl de Allen Ginsberg. Si
te gusta la literatura beatnik y toda
aquella movida que se coció en San Francisco en los 50, este es un punto
obligado. Si sabes leer seguramente también lo disfrutes. Ambas visitas a San
Francisco han tenido como condición esencial pasar por esta librería, comprar
libros y terminar en el café Vesuvio comentando la jugada (three glasses of Chardonnay, please,
thank you), punto donde tipos como Jack Kerouac venían a tomarse el
carajillo. Como no soy Tripadvisor no
voy a mencionar el resto de enclaves turísticos que visitamos. Si os mencionaré
que un señor muy raro con camisa de cuadros y un iPhone 5 nos estuvo siguiendo
durante más de 1 milla en Market Street. Tan poco discreto era el caballero que
cuando me paré a contemplar una pared, se paró a mi lado mirando fijamente el
mismo punto vacío. Intenté despistarlo haciéndolo creer que cruzaba la calle en
una dirección para, en el último segundo, salir corriendo en la dirección
contraria. Al final a quien casi perdí fue a mis padres. El hombre acabó
desistiendo tras media hora de persecución lenta y absurda, pero no sin acojonar
a mi madre con relativo éxito.
Consejo:
si vais a San Francisco, haced lo que queráis. Todo mola. Y haced como mi
madre, id agarrados a un bolso lo suficientemente pesado como para knockear a cualquier raruno que os
persiga por la calle, llegado el caso.
El
resto de la visita consistió en un exhaustivo recorrido de todos los barrios de
San Diego, de hacer comer a mis padres en los sitios más buenos que he conocido
en este tiempo que llevo aquí, presentarles a algunos amigos autóctonos (y no
tan autóctonos) para que me pusieran en evidencia (la venganza llegará algún
día) y llevar a mi madre al outlet a que
se volviera loca y se sumergiera de lleno en este nuestro sistema capitalista.
También me los llevé a visitar a la tribu del desierto que debió inspirar Las
Colinas Tienen Ojos, en SalvationMountain (que consiste en una pila de heno sobre tierra, llena de colorines
y dedicada a Dios, al arrepentimiento y a los plastidecor).
Al fondo, la familia de mineros mutantes de Las Colinas Tienen Ojos. |
Salvation Mountain. |
Consejo:
si alguna vez venís a San Diego, me pegáis un toque. Quizás intente disuadiros
de la idea de visitarme porque a pesar de todo, odio hacer de guía turística
tanto como odio ser turista. Pero siempre os ofreceré un sofá donde caeros
muertos y un café calientito para desayunar. Aunque el resto del tiempo me lo
pase gritándoos “guarda ese mapa que pareces turista!”
Luv
Elen
Me gusta que no trates de disimular tu faceta hater, así es más auténtico y más divertido :)
ReplyDeleteI was born this way :)
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