Originalmente iba a
escribir sobre algunos de los personajes con los que he tenido la oportunidad
de tener citas, porque oye, igual creíais que Sensación de Vivir o Los Rompecorazones (aunque creo que en realidad era australiana) eran una versión exagerada de la realidad. Pues no, es todo tal
cual, treintañeros haciéndose pasar por chavales de instituto y haciéndolo todo
más difícil de lo que debería. Pero al acabar de escribir me di cuenta de que
la línea que separa escribir sobre ese tema de una manera que exude actitud “me
importa un pepino” y parecer Carrie Bradshaw resentida, es muy, pero que muy
fina.
Así que he decidido
escribir sobre algo que llevo haciendo también muchos años, pero que nunca jamás
me ha frustrado ni traído ningún problema. De hecho, me proporciona energía y
buenas vibraciones indefectiblemente. Porque el crack y la heroína son
ilegales, os voy a hablar de la cultura del café en EEUU.
Parece una nimiedad, pero
es muy importante que te guste el café. Y el café aguado, no los buenos
espressos con cuerpo de los que te tomas un chupito y te puedes ir de rave.
Seguro que todos recordáis los tazones en los que los tipos y tipas de Friends
se sumergían cuando estaban en Central Perk hablando de mierdas (en serio, esa
peña curraba??). No es ninguna ficción. Pídete siempre el tamaño pequeño a no
ser que quieras estar bebiendo café durante las próximas 3 horas de tu vida (en
mi caso el doble, los que me conocéis sabéis lo lenta que soy. Quizás, un
aspecto adoptado de mi estancia en Grecia). Starbucks queda diluido entre otras
franquicias del café aguado hiperedulcorado, pero probablemente siga siendo la más
jodida (siempre me imagino la trastienda llena de niñitos vietnamitas moliendo
el café a pisotones).
La entrada del primer Starbucks. En Seattle, en mayo. No hubo tiempo para entrar, porque la cola llegaba hasta Delaware. |
Llevo bebiendo café desde
que le insistí a mi madre que dejase de darme ese brebaje que se llamaba Eko y
que supuestamente estaba hecho de cereales aunque mi madre intentó vendérmelo
como pseudo-café. No sé qué edad tendría, pero empecé a desayunar café muy
pronto, aunque creo que era descafeinado (cuando descubrí que mi madre seguía dándome
descafeinado cada vez que volvía a visitarles desde Bristol, monte en cólera
cual yonki en plena recaída). Y es que, aun a riesgo de sonar a hipster
revenida, soy de las que necesita un café bien cargado para empezar el día y no
ser una hater total.
El caso es que, hace
relativamente poco, he descubierto las cafeterías de verdad, las independientes
que no pertenecen a ninguna multinacional malvada que asesina cachorritos, las
del craft coffee (aquí le pones craft delante a lo que sea y ya
te mereces respeto). Mi favoritísima de San Diego es HeartWork Coffee Bar, en
Mission Hills, uno de los barrios más bonitos y tranquilos de San Diego. Es
cierto que los cafés que venden siguen siendo por galones, pero están mucho más
buenos y además puedes conversar con los que allí sirven porque, si señores,
les gusta su trabajo y suelen ser los dueños del negocio. He visitado otras
muchas más en San Diego, la primera fue Bean Bar en Downtown. También James
Coffee Co., muy cerca de mi amadísimo Casbah, y una especie de parada
obligatoria para los hipsters. Y
otras muchas, y más que me quedan. Como todo lo que me tiene que ofrecer San
Diego todavía, aunque a veces empiece ya a darme la sensación de que se me está
quedando pequeño.
Heartwork Coffee Bar. Foto en blanco y negro que le da como mucho estilo. |
En James Coffee Co. Otra foto de Instagram, de esas que hace la gente molona... |
Creo que aún no he conocido
a ningún americano que diga que no le gusta el café. Beben café a todas horas,
mientras conducen (que coño, si hasta he visto a gente lavarse los dientes
mientras conducían con las rodillas) o hacen lo que sea. Otra cosa no, pero son
totalmente multitasking (lo que no
significa necesariamente que lo hagan todo bien a la vez). He visto atascos
verdaderos en el drive-thru para
poder hacerse con un café por la mañana (ya os dije que lo de caminar aquí no
se lleva) y siempre, siempre, en vaso desechable. Para contribuir un poquito más
a la destrucción de nuestro planeta. Me siento muy orgullosa de haber sido
capaz, a base de broncas y discursos ecologistas, que la gente que trabaja
conmigo utilice tazas cada vez que vamos a por café (gratis, del que nos dan en
el trabajo para que estemos felices y no nos quejemos por otras cosas, yuhu!),
en lugar de malgastar otro vaso más de papel que va a ir directamente a
alimentar los vertederos. Y sí, como bien suponéis, no soy la más popular de la
oficina.
A que parece mentira que
haya conseguido escribir casi 1000 palabras sobre café? Es una de las
habilidades que te enseña la ciencia. Venga, a meter paja. Acabo de beberme un café
bastante malo y comerme un donut glaseado. Eran gratis. Aun me quedan unos
cuantos para llegar a mi límite diario de cinco. Y tengo la tensión de
maravilla. Porque atrás
quedó el parecer guay fumando. Ir a cualquier lado sujetando tu vaso desechable
chorreando café es el nuevo fumar. Be cool!
Joróbate Flanders.
Elen
Como te entiendo doctora, yo también necesito ese café despertador del alma. Besitos
ReplyDeleteYa no voy a ir a California, no voy a ser un paria cada vez que me ofrezcan café y diga, no gracias!!!! xD
ReplyDeleteHe leido pepino y joróbate Flanders. Buen artículo
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