Thursday 20 August 2015

Where’s my coffee!?

Originalmente iba a escribir sobre algunos de los personajes con los que he tenido la oportunidad de tener citas, porque oye, igual creíais que Sensación de Vivir o Los Rompecorazones (aunque creo que en realidad era australiana) eran una versión exagerada de la realidad. Pues no, es todo tal cual, treintañeros haciéndose pasar por chavales de instituto y haciéndolo todo más difícil de lo que debería. Pero al acabar de escribir me di cuenta de que la línea que separa escribir sobre ese tema de una manera que exude actitud “me importa un pepino” y parecer Carrie Bradshaw resentida, es muy, pero que muy fina.
Así que he decidido escribir sobre algo que llevo haciendo también muchos años, pero que nunca jamás me ha frustrado ni traído ningún problema. De hecho, me proporciona energía y buenas vibraciones indefectiblemente. Porque el crack y la heroína son ilegales, os voy a hablar de la cultura del café en EEUU.

Parece una nimiedad, pero es muy importante que te guste el café. Y el café aguado, no los buenos espressos con cuerpo de los que te tomas un chupito y te puedes ir de rave. Seguro que todos recordáis los tazones en los que los tipos y tipas de Friends se sumergían cuando estaban en Central Perk hablando de mierdas (en serio, esa peña curraba??). No es ninguna ficción. Pídete siempre el tamaño pequeño a no ser que quieras estar bebiendo café durante las próximas 3 horas de tu vida (en mi caso el doble, los que me conocéis sabéis lo lenta que soy. Quizás, un aspecto adoptado de mi estancia en Grecia). Starbucks queda diluido entre otras franquicias del café aguado hiperedulcorado, pero probablemente siga siendo la más jodida (siempre me imagino la trastienda llena de niñitos vietnamitas moliendo el café a pisotones).

La entrada del primer Starbucks. En Seattle, en mayo. No hubo tiempo para entrar, porque la cola llegaba hasta Delaware.

Llevo bebiendo café desde que le insistí a mi madre que dejase de darme ese brebaje que se llamaba Eko y que supuestamente estaba hecho de cereales aunque mi madre intentó vendérmelo como pseudo-café. No sé qué edad tendría, pero empecé a desayunar café muy pronto, aunque creo que era descafeinado (cuando descubrí que mi madre seguía dándome descafeinado cada vez que volvía a visitarles desde Bristol, monte en cólera cual yonki en plena recaída). Y es que, aun a riesgo de sonar a hipster revenida, soy de las que necesita un café bien cargado para empezar el día y no ser una hater total.



El caso es que, hace relativamente poco, he descubierto las cafeterías de verdad, las independientes que no pertenecen a ninguna multinacional malvada que asesina cachorritos, las del craft coffee (aquí le pones craft delante a lo que sea y ya te mereces respeto). Mi favoritísima de San Diego es HeartWork Coffee Bar, en Mission Hills, uno de los barrios más bonitos y tranquilos de San Diego. Es cierto que los cafés que venden siguen siendo por galones, pero están mucho más buenos y además puedes conversar con los que allí sirven porque, si señores, les gusta su trabajo y suelen ser los dueños del negocio. He visitado otras muchas más en San Diego, la primera fue Bean Bar en Downtown. También James Coffee Co., muy cerca de mi amadísimo Casbah, y una especie de parada obligatoria para los hipsters. Y otras muchas, y más que me quedan. Como todo lo que me tiene que ofrecer San Diego todavía, aunque a veces empiece ya a darme la sensación de que se me está quedando pequeño.

Heartwork Coffee Bar. Foto en blanco y negro que le da como mucho estilo.

En James Coffee Co. Otra foto de Instagram, de esas que hace la gente molona...

Creo que aún no he conocido a ningún americano que diga que no le gusta el café. Beben café a todas horas, mientras conducen (que coño, si hasta he visto a gente lavarse los dientes mientras conducían con las rodillas) o hacen lo que sea. Otra cosa no, pero son totalmente multitasking (lo que no significa necesariamente que lo hagan todo bien a la vez). He visto atascos verdaderos en el drive-thru para poder hacerse con un café por la mañana (ya os dije que lo de caminar aquí no se lleva) y siempre, siempre, en vaso desechable. Para contribuir un poquito más a la destrucción de nuestro planeta. Me siento muy orgullosa de haber sido capaz, a base de broncas y discursos ecologistas, que la gente que trabaja conmigo utilice tazas cada vez que vamos a por café (gratis, del que nos dan en el trabajo para que estemos felices y no nos quejemos por otras cosas, yuhu!), en lugar de malgastar otro vaso más de papel que va a ir directamente a alimentar los vertederos. Y sí, como bien suponéis, no soy la más popular de la oficina.

A que parece mentira que haya conseguido escribir casi 1000 palabras sobre café? Es una de las habilidades que te enseña la ciencia. Venga, a meter paja. Acabo de beberme un café bastante malo y comerme un donut glaseado. Eran gratis. Aun me quedan unos cuantos para llegar a mi límite diario de cinco. Y tengo la tensión de maravilla. Porque atrás quedó el parecer guay fumando. Ir a cualquier lado sujetando tu vaso desechable chorreando café es el nuevo fumar. Be cool!

Joróbate Flanders.



Elen

3 comments:

  1. Como te entiendo doctora, yo también necesito ese café despertador del alma. Besitos

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  2. Ya no voy a ir a California, no voy a ser un paria cada vez que me ofrezcan café y diga, no gracias!!!! xD

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  3. He leido pepino y joróbate Flanders. Buen artículo

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