Thursday 29 October 2020

Philadelphia versus San Diego

Ya había dicho que mudarse de California a Pensilvania era como irse de España a Rusia. Y cada día que pasa es más obvio que mudarse a otro estado, y más de costa a costa, es casi tan intrincado como mudarse de Europa a USA.

Philadelphia tiene varias cosas que California, y en particular San Diego, no tiene. Por ejemplo, aquí hay unos bocatas de carne picada que le ponen queso y es como el plato típico de aquí – aunque llamarlo “plato” sea un poco exageración. Lo equivalente en San Diego eran los fish tacos, que de “plato” también tienen poco, pero entiéndase como elemento culinario característico del pueblo en cuestión. Los bocatas estos de carne picada los llaman cheesesteak (pronúnciese chisteik), y son de la longitud de mi antebrazo normalmente. No los he probado, porque sigo siendo pescatariana en suelo norteamericano.

Cheesesteak. Dicen que están buenos aunque parezca comida de perro.

Philadelphia también tiene mucha más historia y cultura a visitar que San Diego. La historia que San Diego ofrecía era ir a ver la iglesia que había construido el colonizador de turno. Aquí tienes para ver la Campana de la Libertad, entre otras cosas clave que puede que expliquen porque USA esta como esta hoy en día. Además, New York y Washington D.C. están a “tiru piedra” que es donde tienes el grueso de los monumentos de este país.

Liberty Bell, que ta rota.

Philadelphia, y volviendo a la comida, tiene más y puede que mejor oferta culinaria que San Diego. San Diego se jactaba de tener la mejor comida mexicana (si, incluso presumían de ser mejor que la propia comida mexicana de México, ejem ejem… el ego estadounidense), y rica estaba, pero Philadelphia juega otra liga. Además, New York está al lado por si te dan ganas de ir a comer croquetas de José Andrés.

Philadelphia también tiene más violencia y crimen. Y viene de todos los lados, de las gangs y de la policía, los cuales como parece ser norma general en USA, tienen el gatillo flojo sobre todo si eres sospechoso de no ser blanco. También parece que aquí se tiende a intimidar a los votantes más a menudo que en San Diego, porque la manera en que el sistema electoral está diseñado aquí (algo que nunca entenderé ni en un millón de años) se da más peso al voto de ciertos estados, incrementando así la posibilidad de que los bullies vengan a decirte a quién tienes que votar. Igual por todo esto Will Smith decidió mudarse con el tío Phil.

En Philadelphia llueve algo más que en San Diego. También tiene estaciones. Si miras por la ventana en Philadelphia puedes adivinar si es otoño o verano. En San Diego es verano para siempre.

En Philadelphia no hay playa, y de hecho creo que la más cercana es Jersey Shore que a mí solo me recuerda al programa casposo de la MTV y me da miedo ir por si me veo atrapada en el vídeo de algún influencer sin querer. O peor aún, de la MTV.

Philadelphia es muy distinto de San Diego. Es un poco más parecida a Europa. La gente no es simpática por defecto, pero después de un rato se ablandan, es simplemente que le tienes que poner un poco más de esfuerzo. Recordemos que en San Diego era de hecho algo perturbador y sospechoso que la gente mostrase tanta simpatía sin razón aparente. La deficiente amabilidad de Philadelphia me recuerda a España. La diferencia es que en el sector de la hostelería aquí saben comportarse en lugar de escupirte en el ojo si les pides una servilleta extra, como harían por ejemplo en Llanes.

Como todos los sitios, Philadelphia tiene cosas buenas, mejores y peores que San Diego. Lo que se está volviendo un poco difícil es vivir en USA en general, pero ya os diré cuando se resuelva quién va a coronarse como próximo emperador porque eso va a acabar de destrozar el 2020, o darle un poquitín de esperanza a las semanas que nos quedan de esta gran mierda de año.

Cuídense mientras puedan.


Elen

xx

Sunday 4 October 2020

From CA to PA

Habréis notado, siendo como sois fieles seguidores de mi narrativa, que el blog desde hacía meses había perdido fuelle.

Y no es que California hubiese dejado de ser interesante, pero con mi excepcional capacidad de adaptación y tras seis años viviendo en San Diego, las cosas ya me chocaban menos. Así que por un giro de la vida, se me presentó la oportunidad de agarrar todo lo que tengo (incluido el que ahora es mi esposo) y mudarme a la otra punta del país. Esto es, Philadelphia, en Pennsylvania. Para que os hagáis una idea, es más o menos como mudarse de Oviedo  a Kineshma en Rusia, pueblo famoso por su museo de botas de fieltro.

Casi hacemos realidad esa romántica idea de atravesar los Estados Unidos en coche, parando en auténticos diners donde una simpática camarera llamada Peggy Sue te rellena la taza de café mientras te dice “sweetheart” y “darling”, a la vez que un tipo con patillas y gorra de camionero te cuenta alguna historia de un asesinato local. Y aunque estuvimos cerca de vivir experiencias así, nada más auténtico que conducir a través de Kansas mientras ves carteles de Vota a Trump, de cómo Jesucristo te puede curar la ansiedad, o de lo malas que son las mujeres que abortan. Una de mis cosas favoritas es cuando deletrean Trump en los cultivos ya sea con sacos (que espero sean de cucho) o con cualquier material que tengan a mano. La creatividad de la América profunda y republicana no tiene límites.

Pero no todo fue aterrador, ni mucho menos.

Nuestra primera parada fue en St. George, un pueblo no muy lejos de Las Vegas, ya en el estado de Utah. Si, el de los mormones. Cual fue nuestra sorpresa cuando al llegar al pequeño motel que nos habíamos apañado, nos encontramos la cama cuidadosamente decorada con pétalos de rosa dibujando un corazón, trufas de chocolate, una botella de sidra achampanada (no alcohólica, no sé si por alguna relación con los mormones), y velitas por todas las esquinas, de las que van a pila que bastante tenemos con quemar California. Para ser un motel en medio de la nada, dejo el pabellón muy alto.

Después de esa estancia digna de una princesa Disney, condujimos cada día una media de 8h parando por Denver (Colorado), Kansas City(Missouri), Indianapolis (Indiana) y Pittsburgh (Pennsylvania). No nos dio tiempo a parar en muchos diners, pero tuvimos ocasión de visitar una pastelería en Indianapolis donde Elton John encarga sus tartas y Oprah recomienda en sus múltiples medios. Después de 5 días conduciendo, por fin llegamos a Philadelphia, nuestro destino final, nuestro nuevo hogar.

Todo estaba planeado al milímetro, y como no podía ser menos, no nos salió del todo bien. Los de la mudanza, por razones que se escapan al entendimiento humano, han decidido que en lugar de traernos los muebles al día siguiente de haber llegado, mejor nos los traen cinco días después. Yo les agradezco que de esta manera me hayan recordado mi vida de estudiante en Grecia, durmiendo en el suelo y comiendo cosas que no se pronunciar (mentira, son noodles).

Hemos venido a vivir a un piso 16 en un complejo en el que hay 1,000 vecinos que poco tiene que ver con el apartamento de San Diego a ras de suelo donde no debíamos de pasar de 50 y el de mantenimiento se sabía los nombres de todo el mundo. Volvemos a la anonimidad de vivir en una ciudad grande. Pero también pensaba eso hace seis años cuando me mude a San Diego para acabar descubriendo que en realidad ye un pueblu, porque es inevitable acabar moviéndose siempre en los mismo círculos y da lo mismo que vivas en Cuturrasu que en Los Angeles.

Así que los meses que se nos avecinan en la ciudad donde a Tom Hanks lo despidieron por tener sida, donde hay una estatua de Sylvester Stallone (ríete tú de la de Woody Allen en Oviedo), y donde el presidente de EE.UU. dice que “pasan cosas malas”, se presentan interesantes. Sobre todo porque “winter is coming” y no me va a dar tiempo a tejer todas las bufandas, gorritos y mantas necesarias para sobrevivir después de que San Diego me haya transformado en un ser endeble.

Os mantendré informados, aunque es posible que me distraiga mirando el skyline que tenemos desde nuestro piso 16.

Abrazos,

Elen

PS: este post se lo dedico a mi mayor fan, que como ha de ser, es mi madre. No va a poder enviarme un mensaje adulando mi capacidad de narración o preguntándome que significan las cosas en inglés, pero sé que le hubiera prestado como todos los demás 💓