Thursday 15 June 2017

San Francisco, all over again

A finales de mayo, que parece que fue hace un siglo, me fui otra vez a San Francisco, que es una ciudad muy grande al norte de California, que os sonará por ser una ciudad de gente guay, ciudad santuario, escenario de infinitos peliculones de antena3 de los sábados después de comer (aunque el lago Michigan siempre era más popular), y hogar del puente de Mapfre.
El caso es que debo de estar ya mimetizándome con el americano medio, porque ya no se me acercan tantos personajes pintorescos como hace meses. Cierto es que gente aleatoria sigue parándose a hablar conmigo sobre la vida. Tras mi ya tradicional visita a City Lights, esa maravillosa librería en North Beach, me fui a tomar el carajillo al bar de enfrente, el Vesuvio, icono de la afición beatnik a apalancar en sitios oscuros. Me senté en la barra y pedí media pinta haciendo gala de mi comedida personalidad, al lado de dos caballeros que parecían turistas. Pronto se entabló una conversación sobre todo y nada. Ellos eran italianos, así que me puse a alabar las bondades de Milán que es una de las pocas ciudades italianas que conozco. Antes de que pudiera sacar el tema de Natalia Estrada o Raffaela Carrá se interesaron por mis orígenes y razones para vivir en US, un sitio que les parecía más bien inhóspito. En cuanto supieron que era española - al parecer mi acento sugiere Europa del Este o Brasil - el grado de entusiasmo se multiplicó. Y es que resulta que uno de los italianos había vivido hacía unos años en Oviedo. Lo que son las casualidades. Podéis imaginaros que el resto de la conversación giró en torno a lo guapa que ye Asturies y lo rica que está la comida allí en la tierrina. Sin más, nos despedimos y al acabar mi media pinta y haciendo uso de una app de cuyo nombre no quiero acordarme, me fui en un coche conducido por un hombre cuyo vocabulario se reducía a repetir motherfucker en bucle mientras le tocaba el claxon a cualquier ser viviente que se le cruzara. A punto estuvo de atropellar a un hombre que caminaba por el carril bici (creo que todo el mundo estaba cometiendo una infracción en ese punto) y a una mujer embarazada. Cuando ya estaba trazando un plan para afrontar la hipotética situación de un siniestro con víctimas mortales, me di cuenta de que había llegado a mi destino de una pieza, aunque ligeramente traumatizada. Quizás con un caso tan obvio de road rage ser taxista no sea la mejor opción laboral.

Las vistas de San Francisco y sus cuestas desde Alcatraz. Igual no era muy acogedora esa prisión,
pero tenían unas vistas fetén.

Lo primero que te encuentras de
Alcatraz al bajarte del ferry... turistas.

Como ya había estado varias veces en San Francisco, las cosas típicas ya las había hecho: había visto el Golden Gate (o puente de Mapfre), lo había cruzado varias veces, había subido a Twin Peaks a ver la ciudad, visité las Painted Ladies (o las casas de Padres Forzosos para más señas), Castro, Pier 39 con sus foquinas, los murales de Mission, peleas en Downtown, … todo eso. Así que esta vez iba sin la presión de tener que ver cosas. Mi plan básico era visitar la tienda de discos Amoeba y gastarme los ahorros del mes (aunque hice gala de una mesura sin precedentes dadas las dimensiones y oferta de esa tienda), ir a la isla de Alcatraz como último enclave turístico que me faltaba, y visitar los headquarters de una empresa tecnológica que ha desarrollado una app muy popular de cuyo nombre no quiero acordarme.

Eso último lo hice con el único ánimo de comer gratis, y vaya si lo hice. Claro que no cualquiera puede ir y entrar en los headquarters a comer gratis porque sí. Pero gracias a mi contacto interno pasé desapercibida a pesar de ser mujer y de mostrar un excesivo entusiasmo y asombro ante la cantidad de comida gratis que les dan a sus empleados. Y encima la comida estaba buena. La única forma de que me hubiera ido de allí más flipada es que el menú hubiese incluído fabada o bollos preñaos. Había unos cuantos carteles feministas del tipo “Nevertheless, she persisted” que no supe si interpretar como un alarde de sarcasmo o una paradoja teniendo en cuenta que dicha empresa se enfrenta a varias acusaciones de trato sexista. Pero así es USA, una paradoja en sí mismo.
Pronto os relataré visitas a estados y lugares en los que no he puesto el pie todavía.

Elen