Me propuse, al
principio, que no iba a hablar de ciencia. Pero supongo que es difícil cuando,
aproximadamente, el 30% de las horas de mi semana están dedicadas a ella (30%
es una mala aproximación, ya que muchas veces las mejores ideas se me ocurren
en la ducha, tomando el café por la mañana o hablando con mi compañera de piso
de lo que molamos aunque nadie lo reconozca).
Yo estoy en el
primer escalón de la biomedicina. Nosotros nos manchamos las manos y nos
quemamos el cerebro pensando qué conexión hay entre esta proteína y este
proceso, y por qué estas cosas pasan. Tenemos que hacer malabares intelectuales
para acabar relacionándolo, aunque sea remotamente, con algún tipo de
enfermedad, para que algún organismo/institución/filántropo nos financie. Porque
lo que mola es estudiar enfermedades, hacerle creer a la gente que tu solito
vas a ser capaz de curar el Alzheimer un día de estos. Siento deciros que eso
solo pasa en las películas. Cuando alguien, un día, consigue una respuesta (por
ejemplo, una vacuna) a una pregunta (una infección), es por la combinación de
los esfuerzos de mucha gente, de muchos grupos de investigación en diferentes
países, universidades e instituciones, durante muchos años. Aunque la gloria al
final se la lleve uno solo. Y para ilustraros esto, os voy a contar una
historia que a mí por lo menos me inspira a seguir en la ciencia en esos días
en los que quiero mandar todo a la puta mierda, comprar una RV e irme con el
ukelele a recorrer el continente con un sombrero de paja nada más.
En 1969, Thomas
Dale Brock (los que estudiasteis Biología os sonará ese nombre aunque sea solo
por el libro de Microbiología) junto a su estudiante Hudson Freeze (el cual por
aquel entonces aun cursaba su licenciatura, tengo entendido, y ahora trabaja en
el instituto de investigación de la calle de enfrente y tiene, por supuesto, su
propio laboratorio además de ser profesor en UCSD) estaban trabajando en el
parque de Yellowstone recogiendo muestras bacterianas de los geiser. Hasta
entonces, se creía que las bacterias no podían vivir por encima de los 55°C,
pero fueron capaces de aislar un organismo al que bautizaron como Thermus aquaticus y que es capaz de
sobrevivir a temperaturas de hasta 80°C. Así contado, a no ser que seas
microbiólogo o científico (y quizás ni con eso) el descubrimiento parece poco
interesante.
A la izquierda, Brock y a la derecha, T. aquaticus. |
Catorce años
después, en 1983, Kary Banks Mullis, biólogo molecular, químico, surfero y
aficionado a los psicotrópicos, inventó la Polymerase Chain Reaction
(PCR), una serie de reacciones que permitirían replicar ADN a partir de una
muestra muy pequeña con la que, de otra manera, no se podría trabajar. Así, por
ejemplo, imaginaos que queréis tejer una bufanda pero solo tenéis una hebra de
lana. Con esta técnica esa hebra de lana podría dividirse muchísimas veces para
daros el ovillo que al final os permitiría tejer vuestra bufanda. La PCR, hoy
en día, es básica para un biólogo molecular. Se dice que esta técnica en
realidad fue primeramente descrita unos años antes, en 1971, por Kjell Kleppe. Pero
la versión de Mullis estaba mejorada y por ello recibió el premio Nobel de Química
en 1993. Kary Mullis ha declarado, en varias ocasiones, que si no fuera por el
LSD probablemente no hubiera llegado a inventar/mejorar la PCR. También cree en
la astrología, los aliens, la inexistencia del VIH y otras cuantas cosas que
explica en su libro “Dancing Naked in the Mind Field”, lectura que recomiendo,
especialmente a la gente que dedica su vida a la ciencia.
Kary Mullis en su versión surfera |
El problema que
presentaba la PCR de Mullis era que necesitaba una enzima (proteína que hace
que las reacciones químicas lleguen a ocurrir de manera más eficiente) que,
desafortunadamente, se degradaba a las temperaturas que la reacción ocurría,
obligando a reemplazarla en cada nuevo ciclo de multiplicación del ADN (es
decir, convirtiendo la técnica y la gran idea en un coñazo muy poco eficiente).
Y como creéis que
se solucionó este problema?
Otro tipo muy
inteligente, el cual desconozco si también tenía afecto por alguna sustancia
ilegal, llamado Randall Saiki, tuvo la brillante idea de aislar dicha enzima de
la anteriormente mencionada bacteria Thermus
aquaticus que nuestros colegas Brock y Freeze habían descubierto hacía más
de una década. La bautizó como Taq polimerasa y la utilizó con éxito en la PCR,
permitiendo la total automatización de la técnica y lo que es más importante,
proporcionándonos a los científicos agradables coffee breaks o incluso dejando a la máquina haciendo el trabajo
para que al día siguiente cuando llegues a currar, tengas a tu ADN replicado y
esperándote para hacer con él lo que quieras.
La banda de en medio y la de la derecha son ADN tras la PCR. Uno de mis experimentos durante la tesis. Uno de los que salió bien. |
Pero, insisto, el
premio Nobel por la PCR sólo se lo llevó Kary Mullis (compartido con Michael
Smith por otra técnica estrechamente relacionada, llamada mutagénesis
dirigida).
Y después de todo
esto, quizás penséis que es una historia interesante, pero que en vuestra vida
es algo totalmente irrelevante. Pues bien, os equivocáis. Habréis visto en
cientos de películas y series cómo la policía va a buscar ADN a la escena del
crimen. Puede que dé la impresión de que las escenas del crimen están impregnadas
de ADN por todos lados, que hay que recogerlo con pala, pero no es así. De
hecho, es bastante infrecuente conseguir suficiente ADN como para que se pueda
analizar y sacar algún resultado. Los crímenes anteriores a la década de los 90
no disponían del trabajo resultante de la accidental colaboración entre Brock,
Freeze, Mullis y Saikis. Así que desde entonces, los casos en los que es
posible conseguir ADN, la PCR se encarga de que cualquiera que sea la cantidad,
se convierta en suficiente para analizarla y compararla, por ejemplo, con el
ADN del sospechoso. De esta manera, se han encontrado los culpables de muchos
crímenes que de otra forma quizás habrían salido indemnes, o se ha probado la
inocencia de otros tantos que fueron erróneamente acusados por estar en el
momento y lugar equivocados. Gracias a la PCR también podemos hacer test de
paternidad o saber si ese papilomavirus que te han encontrado es el que te
puede llegar a causar cáncer.
En definitiva,
cualquier pequeño descubrimiento en ciencia es importante porque quizás ahora
no sepamos cómo va a repercutir, pero en un futuro podría ser clave para el
desarrollo de algo más grande. Así, si Brock y Freeze no hubieran descubierto
aquella bacteria, a Saikis no se le hubiera ocurrido implementarla en la PCR de
Mullis y convertirla en una técnica súper-eficiente y rentable que todos los
laboratorios del mundo han adoptado.
Por eso, aunque a
veces lo que hacemos suene aburrido porque no hacemos ensayos clínicos molones
que El País pueda publicar en sus blogs de ciencia, es igualmente importante (e
incluso más molón, aunque aún estemos aprendiendo a venderlo). Leed ciencia, aprended
de la ciencia, hablad con los científicos que conocéis. Y sobre todo,
desarrollad pensamiento crítico. Que no sea El País (por poner un ejemplo) vuestra única fuente de
información (ya sea para ciencia o cualquier otra cosa).
Elen
PS: Si hay algún
error, no duden en corregirme en los comentarios.
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