Todo el
mundo me preguntaba que cuando tenía pensado bajar a Tijuana. Y yo decía que
nunca, porque no me apetecía ni meter el coche en México ni tener que sobornar
a algún agente de policía (como cuentan las leyendas). No tenía yo la menor
curiosidad en conocer Tijuana. Ahora no puedo pensar en otra cosa más que en la
siguiente oportunidad para volver.
Cruzamos
la frontera caminando, así de cerca están San Diego y Tijuana, que no te lleva
más de 10 minutos ir de un lado al otro. O al menos cuando lo haces en
dirección Sur. A nadie le importa si estás saliendo de USA. Todo el mundo es
bienvenido en México. De hecho, puedes cruzar sin llevar ningún tipo de
identificación, porque nadie te la va a pedir en la frontera. No hay nadie.
Bueno, un par de tipos vestidos de militares con metralleta, pero están a su
bola, seguramente repasando mentalmente la discografía de Paulina Rubio. Lo
único que protege el paso de USA a México es un torno.
Caminamos
la Avenida de la Revolución donde hay muchos burros pintados de cebra y todo el mundo se dirige a ti en inglés, porque como apestas a turista desde
kilómetros a distancia, asumen que eres americano (comprensible por otro lado,
con mi 1.70 y melena rubia). Todo el mundo intenta venderte su tequila y lo que
sea. Llegamos, después de cuasi-perdernos unas cuantas veces, a un sitio
llamado Food Garden, bastante trendy diría yo, para lo que me esperaba de
Tijuana. Comimos y bebimos (bebí) un par de birras por nada y menos. Y ya
sabéis lo fan que soy yo de las cosas baratas o gratis.
Aquí con mi almuerzo de menos de $4 (cerveza incluída!). |
Cómo no dejar propina? |
No me extraña
que los americanos bajen a Tijuana a emborracharse, no sólo porque la edad para
beber es más temprana, si no porque el alcohol es ridículamente barato. Me tomé
el mejor Margarita de toda mi vida por menos de 2 euros, en un bar llamado El
Dandy del Sur. Los que me conocéis sabéis lo que me apasionan los bares de
paisanos en la línea Casa Camacho… El Dandy del Sur tenía indudablemente más
estilo, pero la misma esencia.
El Dandy del Sur. |
Después
del Margarita nos cruzamos a la acera de enfrente a tomar mezcal y comer
grillos fritos (llamados chapulines). Ni tan mala la experiencia. Están crujientes y me he planteado
empezar a comerme los que cazo en mi casa, calculo un ahorro semanal
considerable en cenas.
Grillos o chapulines como los llaman allí. Da cosica si se te queda una patita entre los dientes. |
La
gente es tan amable y el tequila está tan bueno que si no fuera porque trabajo en
el norte de San Diego (lo que supondría conducir cada día al menos 1h en el
mejor de los casos, es decir, sin tráfico, situación que nunca se da en Southern
California y menos en la frontera) me plantearía venir a vivir a Tijuana.
Cuando
volvíamos unos lugareños un tanto sospechosos intentaban indicar a los turistas
despistados “un atajo” para llegar antes a la frontera. Ese atajo era un callejón
muy oscuro que iba en dirección diametralmente opuesta a donde estaba la garita
fronteriza. Llamadme suspicaz, pero no creo que quisieran echar una partida de
tazos.
La
vuelta ya fue otra historia. Hicimos cola durante 1 hora y 45 minutos, apenas
avanzando, tiempo que aproveché para investigar las farmacias y OH! los medicamentos
también son baratos y la posología es mayor! Lo que no sé es cómo de estrictos
serán a la hora de venderlos sin receta (o de pasarlos luego a USA). Aquí ya sí
que tienes que enseñar todos tus documentos, contestar preguntas obvias para
demostrar que “tú eres tú” y declarar lo que traigas de vuelta. Pero no hubo
ningún problema y lo único malo que me traje de mi día en Tijuana fueron seis picaduras de mosquito.
La cola de entrada a México... |
...y la de salida. |
En
contra de todo pronóstico, me encantó Tijuana, la gente, el ambiente auténtico
y la Wendy (una chihuahua gorda como una cebolla que me encontré casi
nada más llegar a México).
Muy bien xx
Elen