Wednesday 25 April 2018

Árboles y cenizas

Continuando mi periplo por los parques nacionales de este gran país, visité recientemente el Sequoia National Park, ese parque donde hay árboles milenarios y gigantes, que nada tienen que ver con los carbayones - tanto el árbol como el pastelín.
Nos aventuramos en época aún invernal. Invernal porque todavía quedaba nieve y había pocos turistas, que es algo que siempre se agradece. No vi ningún oso, y estoy empezando a pensar que el hecho de que la bandera de la California Republic tenga un grizzly me parece publicidad engañosa.

Solía pensar que viajar a parques nacionales solo tenía interés por el parque en sí. Y es que suelen estar en medio de la nada, rodeados de pueblos mundanos y con menos interés que un discurso del alcalde. Pero resulta que esos pequeños pueblos que rodean algunos de los parques esconden historias dignas del peliculón de Antena 3.

En esta última aventura nos quedamos en Porterville, un pueblillo a medio camino entre San Diego y Fresno, cerca de Bakersfield, el lugar donde los sueños y las ilusiones van a morir - o así lo describen la mayoría de los californianos no residentes allí. Sin embargo, si no fuera por Bakersfield el mundo se habría quedado sin Korn.
Pero lo importante no es Bakersfield, es Porterville, el pueblo donde dormimos una noche, porque la experiencia fue demasiado inquietante como para prolongarla a dos noches como originalmente estaba planeado.

Porterville es el pueblo donde hace un mes se celebró el funeral de Charles Manson, y donde se esparcieron sus cenizas. Los medios de comunicación no especifican donde se esparcieron, así que no descarto que me haya sentado en algún bordillo con los restos de Manson. Y es que al parecer, según los locals, los seguidores que a Manson le quedaban decidieron mudarse al idílico pueblo de Porterville y único reducto urbano cercano a la prisión estatal en la que Manson pasó sus últimos días. De ahí que el funeral se celebrara en Porterville. La presión de la familia.
Pero puede que todo esto sea fula.

Lo importante eran los árboles y la nieve, pero lo de Manson fue una alegre coincidencia que hizo la semana santa aún más anecdótica.



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