Sunday 18 September 2016

Chicago, no el musical

Viajar sola tiene muchas ventajas que compensan las (absurdas) desventajas que se presentan. Alguna de esas (absurdas) desventajas es que, automáticamente, la gente va a asumir que tu vida corre más peligro que si viajas con un grupo de amigos o amigas o incluso que un hombre viajando solo. Personalmente, he pasado más miedo en algunos viajes cuando iba acompañada de subnormales que no saben reaccionar ante ciertas situaciones. Todo es relativo.

Pero hablemos de la mejor ventaja que supone ir a tu bola. Conoces a mucha, muchísima más gente que si vas en compañía. Sí, quizás conozcas algún que otro perturbado, pero esos también aportan mucha calidad al anecdotario de un viajero. Así, mi primera noche en Chicago, debido a la hora a la que llegué, decidí pasarla en el bar más cercano a mi AirBnB. Allí conocí a un trabajador social dedicado a adolescentes con autismo y a un trabajador de un servicio de mudanzas que creía que San Diego estaba en Florida, había estado dos veces en la cárcel por “delitos sin importancia” y se entretuvo presentándome a sus amigos como su prima “la Estefani” que venía a visitarle desde España. A tan animada conversación también se unió el bartender, natural de LA y residente en Chicago. Todos se fueron de allí sabiendo lo que eran los astrocitos y los problemas de la neurociencia actual. La visita a Chicago empezaba bien. Volví al AirBnB con la firme intención de descansar profundamente, a pesar de que el tren pasaba a 4cm del apartamento y que la nevera del anfitrión estaba llena de una cantidad anormal de agua de coco, lo que me hacía pensar que algún oscuro secreto se escondía tras tal aparente adicción.

El día siguiente fue puramente turístico: Millenium Park, con su “cloud gate” (aunque todos la llaman “the bean”), Michigan Avenue con sus rascacielos que me ponían cara de Paco Martínez Soria, el río Chicago que desemboca en el Lago Michigan, protagonista de tanto peliculones de Antena3 los sábados después de comer, actuaciones callejeras en las que me tomaron como “voluntaria” para que un tipo me saltase por encima (a mí y otras tres personas en fila). Nadie resultó herido… También fui en un tour gratuito a pie, los cuales os recomiendo si vais a visitar alguna ciudad que los ofrezca. Nuestro guía fue Jeff. Un buen tipo este Jeff, que se sabía anécdotas e historias sobre muerte y destrucción en Chicago bastante entretenidas. Además, me sugirió cándidamente que buscase un tipo para casarme y así poder quedarme indefinidamente en USA. El día lo acabé en Chinatown, que es más o menos como todos los Chinatown que he visto hasta ahora, pero había un bar al que fui recomendada por un amigo, donde vi un grupo parecido a Jimmy Eat World y otro grupo en otra sala parecido a Motorhead.

El lago Michigan. Es bastante grande.

Riverwalk. La torre Trump en la orilla del río Chicago. Al parecer, Donald ha dicho que si gana las próximas elecciones, se llevara el letrero TRUMP para ponerlo en la casa blanca. Keep it classy.


Cloud gate o the bean, en Millenium Park. Lleno de turistas a todas horas.
La fuente Buckingham en el Millenium Park.
El día siguiente lo pasé con mi amigo ex-residente de San Diego y oriundo de Chicago que me llevó por todos los sitios importantes, tales como el túnel donde se rodó no se qué escena de la película de Batman de Christopher Nolan en la que sale el difunto Heath Ledger (efectivamente, no voy a molestarme en googlear el título completo de la peli). El túnel se llamaba Lower Wacker,… o algo así. También vimos el campo de baseball más antiguo de USA (o eso me dijeron), Wrigley Field, y acabamos comiendo inadvertidamente en la esquina donde ocurrió la masacre del día de San Valentín tras un fallido intento de ir al sitio de moda a comer Chicago-style pizza o también conocida como deep-dish (juraría que es lo mismo). Lo más gracioso puede que fuera cuando esa noche fuimos a un concierto, llegando tarde y perdiéndonos a todos los grupos que queríamos ver, pero llegando justo a tiempo para ver, por enésima vez, a Retox, no sin antes convencer al cantante de que no me dedico a perseguirle (aunque no parecía muy convencido). Conversaciones sobre estreñimiento durante las giras con el bajista de Retox fue, probablemente, el highlight de la noche.

El teatro donde mataron a Dillinger.
El día siguiente, a pesar de que fue lunes, no fue una mierda. Me pasé 3 horas en el Field Museum donde aprendí que ese día desde las 8am ya se habían extinguido 16 especies en el planeta y que estamos en la sexta extinción que ha sufrido la Tierra y es exclusivamente culpa nuestra. Lo malo es que estos apocalipsis llevan millones de años completarse, así que a lo mejor no vivo para ver el fin del mundo. Una decepción más. El resto del día lo empleé para visitar todos los puntos famosos que tenían alguna historia que ver con la mafia, como el teatro donde el FBI disparó y mató a John Dillinger, el más buscado por aquel entonces. También cené en el pub inglés de enfrente cuya fama reside en las leyendas de que está embrujado, pero no sentí ninguna presencia extraña. Y eso que me permitieron dar vueltas por el piso de arriba y el almacén a ver si me poseían o algo. Pero nada. No iba a tener tanta suerte. Lo más sobrenatural fue la presencia de uno de los asiduos del bar que era IGUAL que Joaquín Luqui. Me aseguré de que no era yo la única que lo veía. Por lo menos el bartender me estuvo dando consejos para mi hipotética futura mudanza a Chicago y algunas direcciones de bares de Jazz en los que Al Capone y sus colegas iban a jugar al “yo nunca”.

Chicago skyline desde Millenium Park. Lago Michigan a la derecha. No se aprecia en la foto, pero había UN MILLÓN de libélulas bailando por ahí. Aterrador.

Chicago y el lago Michigan desde el piso 95 del rascacielos John Hancock Center, en la llamada Magnificent mile. Casi como en La Jirafa en Oviedo, oyisti?

En resumen, Chicago es una ciudad maravillosa, la gente del Midwest es muy genial, graciosa, simpática, directa y sin contemplaciones. Y esto también es aplicable para todos esos trasplantes del Midwest que ahora viven en California, seguramente haciendo de este estado un lugar mejor y contribuyendo a que el tráfico sea horrible. Porque hay que ver qué mal conducen en Chicago.

Chicago, I love you.

Elen