Wednesday 20 July 2016

No aprendí nada de Grey's Anatomy

Una de las mayores alegrías (léase con tono sarcástico) de vivir en los states es la falta total de sanidad pública*.
Después de vivir aquí durante dos años sin caer gravemente enferma ni tener ningún accidente horrible (lo cual es admirable cuando se tienen en cuenta todos los factores), he decidido familiarizarme con el sistema sanitario en caso de que la suerte y el karma dejen de ajuntarme.

Primero os voy a explicar las opciones de seguro sanitario que nos ofrecían en el trabajo:
Opción A: pago de una cuota de $100 al mes, para luego, cada vez que vayas al médico pagues a medias con el seguro (o el porcentaje correspondiente que no recuerdo con exactitud). En general, una consulta “normal” eran $25, una de emergencia (creo recordar) eran $50, pedir una ambulancia te costaba $500, y así todo. Me decían que era la mejor opción en caso de tener dependientes (i.e. descendencia y esas cosas) o enfermedades crónicas (no es lo mismo? Ja ja, festival del humor). En cualquier caso, no mi situación.
Opción B: pago de una cuota de $50 mensuales, y cuando vayas al doctor pagas el precio normal íntegro de tu bolsillo, hasta el tope (lo que en España llaman franquicia y en inglés “deductible”) de $1500. Cuando alcanzas ese tope, la leyenda dice que el seguro cubriría el 100% de los gastos médicos (o según qué cosas, el 80%). Pero asumo que eso ocurre en un mundo ideal, y que en la realidad tendrás que rellenar decenas de impresos para demostrar que lo que sea que te ocurrió no era una “condición preexistente” (que no eres defectuoso de serie) o alguna desfachatez similar. Lo bueno de esta opción es que mi trabajo, al mismo tiempo, nos ingresa en una cuenta para gastos médicos (controlado, no te lo puedes gastar en birra) unos $60 al mes.
Aviso: los números son aproximados, porque no me acuerdo muy bien ni me apetece mirarlo para informaros con abrumadora exactitud.

"Lo mejor de ser doctor es ayudar a la gente a cambio de ingentes cantidades de dinero".


Después de una crisis de estrés y muchas conversaciones con varios compañeros de trabajo, me decidí por la opción B y rezar (nota: aunque apostates no se te prohíbe rezar) para no acabar con una repentina apendicitis (o similar) antes de tener $1500 en la cuenta de gastos médicos. Hasta ahora, ha funcionado.



Pero reflexionando hace poco sobre el hecho de que si algo ocurriese no tengo ni idea de qué hacer ni un médico al que ir si un día me despertase con, digamos, una fiebre de esas que te hacen ver cosas derritiéndose en las paredes, pensé que sería bueno aprovechar uno de esos “servicios incluídos” en el seguro y elegir un médico de cabecera que me extienda las recetas, llegado el caso. Así que elegí un doctor octogenario de las inmediaciones para comenzar mi travesía por el fabuloso mundo de la asistencia médica privada estadounidense.




Mi doctor es menos enervante.


Hacía que no iba a una revisión médica rutinaria desde el último estirón (que debió de ocurrir por los años del Wannabe), así que resultó ser todo un revival. El bueno del doctor me dió una autorización (o un volante?) para ir a un laboratorio de por allí cerca a sacarme sangre y mear en un vaso. Al llegar a dicho laboratorio me informaron de que mi seguro no me cubría la totalidad de esas pruebas rutinarias, lo cual me pilló por sorpresa, pero no mucha. Lo que fue de risa fue cuando pregunté por el precio que me iban a cobrar y me dijeron que NO SABÍAN. Al parecer, los precios varían dependiendo de muchos factores. A saber: que tengas o no seguro, que dicho seguro sea PPO (que es lo que yo tengo y aún no tengo muy claro lo que es) o no se qué otra opción, que hubiera luna llena el día que firmaste el contrato y cosas así que se escapan al entendimiento humano normal. En mi ignorancia e incapacidad para entender la dinámica del negocio pregunté qué ocurriría en caso de que la factura fuera exorbitada, puesto que no fueron capaces ni de proporcionarme una estimación. ¿Tiraban la sangre y no hacían las pruebas ante la insolvencia del cliente/paciente?, ¿hacían las pruebas igual y guardaban los resultados hasta que fueras capaz de pagar?, ¿enviaban un sicario a tu casa?... Me dijeron que ellos hacen las pruebas que el doctor pide, independientemente de tu capacidad económica o condiciones del seguro, envían los resultados al doctor y luego me mandan la factura y depende de mí el pagarlo.

COMO SEA.


"La mejor parte es cuando me dan mi dinero". 

Me sonó muy despiadado, a ultimatum chungo. Después de que me pincharan varias veces en los dos brazos (en parte porque nunca me encuentran la vena del derecho), me fui de allí azotada ante la despiadada realidad y pensando que quizás fuera una buena idea montar un laboratorio clandestino en el cuarto de las escobas de mi complejo de apartamentos y cobrar todas estas pruebas muy baratas, sin intermediarios ni seguros. Convertirme en algo así como la heroína anónima de las pruebas diagnósticas. De momento no he desarrollado la idea en profundidad, pero la he puesto en la lista de alternativas laborales, justo por detrás de ninja y recolectora de nueces.


Esto ha sido un simple análisis de sangre rutinario, pruebas que en realidad podría hacer yo misma en el laboratorio (DIY!). No sé cuánto me van a cobrar, pero lo que es peor, me ha hecho pensar en la realidad del sistema, en lo cruel que debe resultar en las familias sin demasiados ingresos y diversas enfermedades. Si no tienes dinero, no te queda otra que morirte. Los sacrificios a los dioses del siglo XXI. Sabía que era una putada de sistema, sabía que era caro todo lo que el seguro no cubra (por ejemplo, quedarse embarazada con mi seguro, en su opción familiar, viene a costar $5000 de tu bolsillo), lo que no sabía es que te chuleaban sin decirte ni el precio de las pruebas que vas a hacerte.
Por eso es tan normal cruzarse la frontera y tener médico en Tijuana. He conocido a mucha gente que opta por eso ante la imposibilidad de afrontar las facturas médicas. Y no os estoy hablando de gente por debajo del umbral de la pobreza. De hecho, hace poco un muchacho me contó cómo una operación de rodilla que a este lado de la frontera le hubiera costado decenas de miles de $, le salió por un precio mucho más asequible conduciendo una hora hacia el sur y adentrándose en el sistema sanitario mexicano. Todo esto por recomendación de su doctor estadounidense, el cual le llevó en coche amablemente hasta la consulta de su homólogo mexicano. Otro tipo de business, me imagino, que consiste en derivar a tus clientes/pacientes insolventes estadounidenses hacia la consulta mexicana. Y todos “contentos”.

Así que supongo que de momento me seguiré aplicando la técnica de rezar y de “ir por lo segao”. Si no, ya os enviaré mi link de crowdfunding.

"Si te mato, no pagas". Siento el exceso de referencias de los Simpsons, pero son la vida misma.



Love, Elen

PS: Estoy sanísima.

*Alegraos y sentíos orgullosos del sistema sanitario español.


Sunday 3 July 2016

De homofobia y deep-fry

Llevaba, como buena asturiana, quejándome desde noviembre por la falta de calor bochornoso y sol abrasador. Afortunadamente, la etapa de dormir en pelotas ha sido inaugurada hace dos domingos y me he ido en cuanto he podido a asarme en la playa. Todo un éxito porque esta vez solo me he quemado el 20% de la espalda. Por desgracia, tuve que presenciar una de las escenas más tristes hasta ahora. Y triste no en plan escena final del “Diario de Noah”, si no triste de lamentable, del nivel de un discurso de Rajoy o una reflexión de Mariló.

Estaba yo tirada en la toalla, escuchando música en mi reproductor de mp3, directamente importado de los 90, cuando me di cuenta de que muy cerca de mí había alguien dando voces. Un energúmeno ataviado con gorra de baseball y una camiseta de algo irlandés le gritaba al apacible hombre que se encontraba a mi lado. Al parecer, el detonante de la pelea verbal unilateral (el único que gritaba e insultaba era el energúmeno) fue el hecho de que el apacible hombre llevaba un tanga rosa. Sí, amigos, al parecer llevar un tanga rosa si eres hombre (nunca he visto a nadie gritándole a una mujer en la playa por ir en tanga) es una cosa horrible.
El señor del tanga lo único que había hecho desde que yo me había posado en mi toalla era tomar el sol y acercarse a la orilla a remojar el culete, como hacíamos todos los demás en esas temperaturas de 1000 grados (Fahrenheit). Lo menos despectivo que le gritó fue “faggot” (maricón), le gritó que cómo se atrevía a andar por ahí con “eso colgando”, que tenía una hija pequeña (estará henchida de orgullo con un padre así) que podría verlo (porque en una playa californiana lo último que esperas ver son cuerpos, aham), que la playa era un lugar familiar (wtf?), que se tapara con la toalla y se fuera y un largo etcétera de incongruencias. El hombre que estaba siendo atacado agachó la cabeza y sin contestar ni a una sola de las subnormalidades, comenzó a recoger sus cosas, se cubrió con una toalla y justo cuando se disponía a marcharse un hombre que había presenciado la escena se acercó al energúmeno para instarle a que se calmara y dejara de gritar “fuck” y todos sus derivados. Imaginaos, el energúmeno entonces empezó a cargar contra este hombre el cual mantuvo una admirable calma y sonrisa hasta que el energúmeno y sus excusas utilizando a su hija como justificante para su actitud se fue corriendo, no estoy segura de por qué (quiero creer que se dio cuenta de que estaba haciendo el ridículo). El héroe (sí, porque de los que allí estábamos ninguno nos dignamos a intervenir) y el hombre del tanga se saludaron, el uno se disculpó con el otro en nombre de la humanidad y el otro le dio las gracias al uno, para irse cada uno por su lado. En medio de la vorágine mediática que creó lo de Orlando (y no es para menos), lo último que me hubiera esperado era presenciar tal escena en un lugar tan público y concurrido. Solo espero que la hija del energúmeno tenga una infancia feliz y una educación adecuada para que se dé cuenta a tiempo de que su padre es un imbécil. Así que celebrar el orgullo gay sigue siendo necesario, que para ver discriminación no hace falta irse a algún país del oriente medio de los que salen en las noticias.

Pero en otro orden de cosas, y mucho más feliz, hace dos semanas visité la feria del condado con un grupo formado por la gente más divertida e inteligente que he conocido por aquí (que no es poco). Y amantes confesos del deep-fry. Recordáis el capítulo de  los Simpsons en el que Homer se hace feriante? Es un fiel reflejo de lo que puedes esperarte en la feria. Los juegos que desafían las leyes de la física para ganar peluches GIGANTES no son demasiado diferentes de los de las ferias de España, si os soy sincera. De hecho, la feria del condado, con sus atracciones y puestillos vendiendo desde jacuzzis hasta rayadores de queso mágicos o líquidos para limpiar las joyas de la abuela, es una mezcla entre la Feria de Muestras de Gijón y la feria de la Ascensión. Y es que también hay muchos animalinos de granja: cabras, vacas, cerditos, caballos, vacas otra vez… Asturies no tiene nada que envidiarle a California. Excepto que la comida en esta feria era, cuanto menos, mucho más chocante que un pepito de ternera o un paquete de churros. Y es que, junto a los circuitos de gente vestida de cowboy disparando globos con balines, la comida es lo que caracteriza la feria del condado. Me mantuve fiel a mi dieta meat-free, pero no pude evitar fascinarme con las delicatesen que ofrecían: triple hamburguesa entre dos donuts haciendo las veces de panecillo, waffle de pollo en un palo (tienden mucho a poner las cosas en palos), patas de pavo envueltas en bacon, bacon cubierto de chocolate, salsa kool-aid, y cualquier cosa que se os pueda ocurrir rebozada y frita (deep-fried): queso, aguacate, limonada, oreos, helado, champiñones, pizza, y un largo etcétera que ni siquiera alcanzo a recordar. Tengo que decir que todo lo que probé resultó estar riquísimo, porque el deep-fry nunca falla. Y es que las cosas de la vida que saben bien son todas las que provocan cáncer o enfermedades coronarias.



Chicken Charlie's te lo fríe todo. Totally!

Mi ranking, por orden de deliciosidad, de las cosas que pude probar es el siguiente:

  1. Deep-fried cheese curds.
  2. Deep-fried avocado.
  3. Funnel cake (esto viene a ser churros pero con otra forma).
  4. Deep-fried oreos.
  5. Zucchini curly fries.



También tuve la suerte de asistir a un show bastante patético de un hipnotizador, ver una carrera de cerditos y comerme un bicho (aunque eso ya lo hice en Tijuana en su día). Los grandes perdedores de este evento son, sin duda alguna, los animalinos. No puedo imaginarme al estrés al que tienen que estar sometidos con tanta gente tocándolos, el ruido y todas las chorradas que les obligan a hacer para divertimento de los que asistimos a tan magno y americano evento.

La feria del condado: I’ve seen it once, I’ve seen it all.

El inicio de la montaña de patas de pavo, con o sin bacon envolviéndolas. Al gusto del consumidor.