Sunday 8 November 2015

Full-blown San Diegan

Hay una check list no escrita con una serie de requisitos indispensables que tienes que cumplir, si no en su totalidad, en su mayoría, en caso de residir en San Diego temporal, permanente o inconscientemente. Puedes sobrevivir con mayor o menor éxito si no cumples, al menos, dos cosas de la lista, pero creedme cuando os digo que vuestras conversaciones en diferentes situaciones sociales no profesionales se verán reducidas a 5 minutos mezclados con silencios que a la gente le resultan incómodos. Yo he aprendido a sacarle partido a esos momentos, y me quedo mirando fijamente a mi interlocutor hasta que se siente desnudo y se marcha.
Esos requisitos los he enumerado y ordenado subjetivamente por orden de importancia para vuestra comodidad.

1.    Tienes que hacer surf. O al menos probarlo. Comprarte el neopreno, la tabla, quedarte flotando un rato entre las olas, volver como buenamente puedas a la orilla y tirarte el rollo con que casi has conseguido montar una ola. UNCHECK. La mayoría de los que se autodenominan surferos son meros wannabes, y yo no soy una nadadora excepcional. Además le tengo miedo a las olas y a las libélulas (que aquí no tienen nada que ver, pero es que nunca sé cuando pueden aparecer, y no quiero que me pille encima de una tabla luchando contra el océano).

2.   Tienes que hacer yoga. O meditación. No necesariamente en un estudio de yoga. Puedes comprarte un yoga mat en donde sea y hacerlo en tu salón. CHECK. Nunca le he pillado el punto al yoga porque siempre se me quedaban los pies fríos, pero aquí ese problema no lo tengo. Sin embargo, sigo yendo a las clases gratuitas de yoga que nos ofrecen en el trabajo y no porque sean gratis, si no porque las imparte una mujer oriunda de la ya disuelta Checoslovaquia, que se tira pedos sin pudor en estiramientos complicados y habla de cosas tan aleatorias que a veces dudo de si estoy despierta escuchándola o en algún tipo de trance inducido por LSD.

3.   Tienes que seguir alguna dieta absurda cuya lógica no entiendes al 100%, pero suena guay. Vegetariano, vegano, gluten-free, paleolítica,… SEMI-CHECK. Llevo sin comer carne desde febrero. Pero como pescado. El término “molón” es pescatariano. A mí me suena tan idiota como “amigovio” así que me limito a comer sin tener que explicarle a todo el mundo, a todas horas, mi dieta. A no ser que alguien se ofrezca a cocinar, en cuyo caso he de comunicar mi relativamente reciente adaptación al pescatarianismo con la simple y a veces equívoca frase “I don’t eat meat”.

4.   Tienes que estar apuntado al gym. Y tienes que ir. No como en España, que somos muy de apadrinar los gimnasios. CHECK. Además, es una forma bastante efectiva de conocer gente, y tengo que decir que he conocido a gente realmente simpática. El problema es que también he conocido gente que era normal y como neurocientífica asumo que el exceso de endorfinas ha atrofiado algún área cerebral dejándoles sin capacidad para conversar de otra cosa que no sean las pulgadas (recordad que aquí usan el sistema de medidas absurdo que también utilizan en lugares como UK y Narnia) que han perdido de contorno de cintura y cadera, el porcentaje de grasa de su culo, o el número de comidas que hacen al día. Me recuerda un poco a cuando éramos pequeños y hablábamos del estado de nuestro tamagochis. También es muy importante que, si tienes Instagram (o Facebook en su defecto), subas fotos de tu “antes” (cuando eras un tragaldabas adicto a los Happy Meals y las cookies) y el “después” (con los abdominales marcaos porque estás metiendo más tripa que Ana Obregón en sus posados de verano).

5.   Tienen que gustarte las brewery. SUPER-CHECK. Y qué es una brewery? Pues es un bar con cierto complejo de superioridad donde hacen su propia cerveza y cuyos menús de cerveza a veces son tan intimidantes que te hacen desear estar de vuelta en Casa Manolo bebiendo una Mahou y comiendo aceitunas revenidas. Solo por la simplicidad de no tener que elegir. Pero soy una gran fan de las brewery y de toda la cultura cervecil que se mueve en San Diego. No sabría ni por cuál decidirme, pero no me importaría que esparcieran mis cenizas en cualquiera de ellas.

6.   Si no tienes pareja, tienes que sumergirte en el frenético mundo del dating. CHECK, aunque mejor hubiera invertido el tiempo en el punto anterior. Dicen que San Diego es el peor lugar para tener citas (sí, aquí se utiliza mucho este concepto, como si siguiéramos en los 90 y viviéramos en un capítulo de Sensación de Vivir). Aquí la gente tiene déficit de atención, y como mínimo tienen 2 o 3 citas a la semana con diferentes personas. La mayoría de las veces no recordarán con quién salieron el martes pasado. Y claro, como neurocientífica asumo que eso a la larga tiene que producir daños cerebrales.

7.   Tienes que odiar LA. CHECK, CHECK,  CHECK. Pero con esto no me extiendo, porque creo que ya ha quedado bastante patente.

Hay otra serie de requisitos que no estoy segura de si son tan comunes como los que he enumerado o son solo relevantes en los círculos en los que me muevo (los cuales, no os voy a mentir, tampoco estoy muy segura de cuáles son ni de a dónde me llevan). Yo por si acaso me he hecho amiga de surfers, de skaters, de músicos, de fotógrafos, de trabajadores del gobierno, de instructores de gym, de profes de yoga, de propietarios de coffee shops, de trabajadores de breweries, de organizadores de conciertos y pregunto muchos detalles a esos amigos que tienen más de dos citas a la semana. Así, mantengo todos los frentes cubiertos, por lo que pueda pasar. I’m in the loop.

Aunque recordemos que esto será de lo primero que se hunda cuando los polos acaben de derretirse. Así que poco va a importar nada.

Como neurocientífica, os envío muchos abrazos. Y un poco de amor.

Elen