Sunday 3 July 2016

De homofobia y deep-fry

Llevaba, como buena asturiana, quejándome desde noviembre por la falta de calor bochornoso y sol abrasador. Afortunadamente, la etapa de dormir en pelotas ha sido inaugurada hace dos domingos y me he ido en cuanto he podido a asarme en la playa. Todo un éxito porque esta vez solo me he quemado el 20% de la espalda. Por desgracia, tuve que presenciar una de las escenas más tristes hasta ahora. Y triste no en plan escena final del “Diario de Noah”, si no triste de lamentable, del nivel de un discurso de Rajoy o una reflexión de Mariló.

Estaba yo tirada en la toalla, escuchando música en mi reproductor de mp3, directamente importado de los 90, cuando me di cuenta de que muy cerca de mí había alguien dando voces. Un energúmeno ataviado con gorra de baseball y una camiseta de algo irlandés le gritaba al apacible hombre que se encontraba a mi lado. Al parecer, el detonante de la pelea verbal unilateral (el único que gritaba e insultaba era el energúmeno) fue el hecho de que el apacible hombre llevaba un tanga rosa. Sí, amigos, al parecer llevar un tanga rosa si eres hombre (nunca he visto a nadie gritándole a una mujer en la playa por ir en tanga) es una cosa horrible.
El señor del tanga lo único que había hecho desde que yo me había posado en mi toalla era tomar el sol y acercarse a la orilla a remojar el culete, como hacíamos todos los demás en esas temperaturas de 1000 grados (Fahrenheit). Lo menos despectivo que le gritó fue “faggot” (maricón), le gritó que cómo se atrevía a andar por ahí con “eso colgando”, que tenía una hija pequeña (estará henchida de orgullo con un padre así) que podría verlo (porque en una playa californiana lo último que esperas ver son cuerpos, aham), que la playa era un lugar familiar (wtf?), que se tapara con la toalla y se fuera y un largo etcétera de incongruencias. El hombre que estaba siendo atacado agachó la cabeza y sin contestar ni a una sola de las subnormalidades, comenzó a recoger sus cosas, se cubrió con una toalla y justo cuando se disponía a marcharse un hombre que había presenciado la escena se acercó al energúmeno para instarle a que se calmara y dejara de gritar “fuck” y todos sus derivados. Imaginaos, el energúmeno entonces empezó a cargar contra este hombre el cual mantuvo una admirable calma y sonrisa hasta que el energúmeno y sus excusas utilizando a su hija como justificante para su actitud se fue corriendo, no estoy segura de por qué (quiero creer que se dio cuenta de que estaba haciendo el ridículo). El héroe (sí, porque de los que allí estábamos ninguno nos dignamos a intervenir) y el hombre del tanga se saludaron, el uno se disculpó con el otro en nombre de la humanidad y el otro le dio las gracias al uno, para irse cada uno por su lado. En medio de la vorágine mediática que creó lo de Orlando (y no es para menos), lo último que me hubiera esperado era presenciar tal escena en un lugar tan público y concurrido. Solo espero que la hija del energúmeno tenga una infancia feliz y una educación adecuada para que se dé cuenta a tiempo de que su padre es un imbécil. Así que celebrar el orgullo gay sigue siendo necesario, que para ver discriminación no hace falta irse a algún país del oriente medio de los que salen en las noticias.

Pero en otro orden de cosas, y mucho más feliz, hace dos semanas visité la feria del condado con un grupo formado por la gente más divertida e inteligente que he conocido por aquí (que no es poco). Y amantes confesos del deep-fry. Recordáis el capítulo de  los Simpsons en el que Homer se hace feriante? Es un fiel reflejo de lo que puedes esperarte en la feria. Los juegos que desafían las leyes de la física para ganar peluches GIGANTES no son demasiado diferentes de los de las ferias de España, si os soy sincera. De hecho, la feria del condado, con sus atracciones y puestillos vendiendo desde jacuzzis hasta rayadores de queso mágicos o líquidos para limpiar las joyas de la abuela, es una mezcla entre la Feria de Muestras de Gijón y la feria de la Ascensión. Y es que también hay muchos animalinos de granja: cabras, vacas, cerditos, caballos, vacas otra vez… Asturies no tiene nada que envidiarle a California. Excepto que la comida en esta feria era, cuanto menos, mucho más chocante que un pepito de ternera o un paquete de churros. Y es que, junto a los circuitos de gente vestida de cowboy disparando globos con balines, la comida es lo que caracteriza la feria del condado. Me mantuve fiel a mi dieta meat-free, pero no pude evitar fascinarme con las delicatesen que ofrecían: triple hamburguesa entre dos donuts haciendo las veces de panecillo, waffle de pollo en un palo (tienden mucho a poner las cosas en palos), patas de pavo envueltas en bacon, bacon cubierto de chocolate, salsa kool-aid, y cualquier cosa que se os pueda ocurrir rebozada y frita (deep-fried): queso, aguacate, limonada, oreos, helado, champiñones, pizza, y un largo etcétera que ni siquiera alcanzo a recordar. Tengo que decir que todo lo que probé resultó estar riquísimo, porque el deep-fry nunca falla. Y es que las cosas de la vida que saben bien son todas las que provocan cáncer o enfermedades coronarias.



Chicken Charlie's te lo fríe todo. Totally!

Mi ranking, por orden de deliciosidad, de las cosas que pude probar es el siguiente:

  1. Deep-fried cheese curds.
  2. Deep-fried avocado.
  3. Funnel cake (esto viene a ser churros pero con otra forma).
  4. Deep-fried oreos.
  5. Zucchini curly fries.



También tuve la suerte de asistir a un show bastante patético de un hipnotizador, ver una carrera de cerditos y comerme un bicho (aunque eso ya lo hice en Tijuana en su día). Los grandes perdedores de este evento son, sin duda alguna, los animalinos. No puedo imaginarme al estrés al que tienen que estar sometidos con tanta gente tocándolos, el ruido y todas las chorradas que les obligan a hacer para divertimento de los que asistimos a tan magno y americano evento.

La feria del condado: I’ve seen it once, I’ve seen it all.

El inicio de la montaña de patas de pavo, con o sin bacon envolviéndolas. Al gusto del consumidor.

No comments:

Post a Comment