Sunday 17 December 2023

Philadelphia, tres años después.

Hace tres años que no escribo aquí. Podía haber seguido escribiendo y desahogarme jocosamente sobre estos traumas que enumero y que Philadelphia nos ha ido ofreciendo estos tres años. Pero entre uno y otro, se va pasando el tiempo y las aspiraciones a escribir un libro basado en las, a menudo, experiencias irreales de vivir en USA quedan relegadas a un segundo plano. Pero dejadme que os obsequie con un resumen de las "alegrías" y surrealismos que nos han venido desde que nos mudamos a la ciudad del “amor fraternal”:

  • Empezamos trabajos nuevos en plenas restricciones COVID (¿os acordáis?). Estos incluyeron dudosas actividades en almacenes de New Jersey, trabajos administrativos en hospitales, y establecer un laboratorio de investigación biomédica donde llevaban cuatro meses sin limpiar y sin arreglar un retrete lleno de heces humanas.
  • Experimentamos la suerte de estar de vacaciones en New Hampshire cuando alguien vino al hospital donde trabajábamos para disparar y matar a un compañero de trabajo. Ya pertenecemos a ese % de gente que puede decir que trabaja en un sitio donde ha habido un tiroteo.
  • Vivimos una inundación que nos dejó sin coche (y que, aunque en su momento no nos lo pareció, resultó ser una bendición).
  • Vivimos dos años en un complejo de apartamentos (el que se inundó) dirigido por gente cuyo sentido común era solo equiparable al de un mapache.
  • Firmamos una hipoteca, principalmente porque llegó ese momento en la vida de toda persona en que, si puedes, harás lo posible por dejar de lidiar con mapaches.
  • En sustitución de los mapaches, ahora nos vemos obligados a razonar con contratistas cuyo sentido común es como la paz mundial: sería bonito que existiese, pero sabes que es inalcanzable. Es quizás la única desventaja de ser propietaria.
  • También adoptamos a una perrita con ansiedad extrema y epilepsia.

¿Pero por qué volver a este blog que estaba más muerto que Mufasa? Es posible que haya estado viendo demasiado Sexo en Nueva York y haya renovado mis esperanzas de convertirme en la próxima Carrie Bradshaw o JK Rowling (menos la transfobia y la personalidad de mierda).

En mi último post trataba de encontrar desesperadamente las cosas positivas de Philadelphia en comparación directa con San Diego. Qué valentía la mía. Y qué optimismo. Philadelphia, la presunta ciudad del “amor fraternal” (literalmente, del griego “phylos” y “adelphi”), es de entre todas las ciudades en las que he vivido, la que tiene más gente cargada de ira irracional. Ahora entiendo la respuesta desproporcionada de Gerard Butler en Un Ciudadano Ejemplar (y es que eran todos de Philadelphia).

Después de recibir más de una docena de mensajes de amigos de todos los rincones del mundo preguntándome por la situación con el fentanilo (que parece ser el verdadero “plato típico” de Philly), decidí que quizás era hora de volver a este rincón y escribir sobre la realidad de vivir en Philadelphia una vez pasada la marca de los tres años. Marca totalmente arbitraria y autoimpuesta para proclamarme “experta” y opinar libremente sin sentirme culpable de ofender a algún local, los cuales son particularmente agresivos.

Mi estimación de lo que era Philadelphia cuando escribí el post anterior en octubre de 2020, un par de semanas solamente después de habernos mudado a este estado, es sorprendentemente certero. Una de las cosas que hicimos, y de la cual no tenía conocimiento de primera mano en el 2020, fue visitar la Jersey Shore. Fue una decisión de última hora este último verano cuando realísticamente me di cuenta de que mi salud mental pendía de un hilo y necesitaba urgentemente salir de la ciudad y no pisar el disfuncional departamento de la universidad durante al menos una semana. Desafortunadamente, la única opción donde pudimos encontrar alojamiento donde permitían perritas con ansiedad fue Ocean City, una de las llamadas dry cities, que aunque no lo creáis, existen. Efectivamente, en este tipo de sitios no hay bares ni lugares donde comprar alcohol, con lo cual tienes que hacer la maleta incluyendo una caja llena de tus botellas favoritas. Puedes beber en tu alojamiento o, como otros hacían, discretamente en la playa siempre y cuando disfraces tu botella con la típica bolsa de papel marrón que hemos visto tantas veces en las películas. He de decir que la experiencia fue agradable, y no nos encontramos con nadie de la MTV.

No quiero alargarme más. Es posible que no vuelva por aquí hasta el 2026. Es tan impredecible como saber qué día el contratista va a decidir aparecer por aquí para hacer el trabajo para el que se le contrató.

Seguid escribiéndome cada vez que veáis un documental sobre el fentanilo. Me hace sentir querida y añorada.

Elen

xx