Wednesday 6 April 2016

Break-up

La vida está llena de obstáculos y cosas que apestan.
Eso seguro que ya lo dijo Paulo Coelho.
Kale, limpiar el retrete, hacer cola, escuchar las historias de desconocidos, enhebrar agujas… y la declaración de la renta (o tax return como la llaman aquí). Todo muy relacionado con la vida de adulto.
En un intento fútil de hacerme la adulta de verdad, decidí que este año en lugar de hacer la declaración a lo Homer Simpson, iba a pagar a algún profesional de las finanzas para que me la hiciera, al igual que hace TODO el mundo en este país del primer mundo. Pero como era de esperar, mi intento por adaptarme más a la vida capitalista (y poder tener conversaciones en las que dijera “mi contable”, y no fuera un chiste) ha sido un absoluto fracaso. Así que este año, por segunda vez en mi vida (y lo que vaticino será así para siempre) he vuelto a hacerme la declaración yo misma.


Pero os voy a contar por qué he fracasado en tener contable, si la operación parecía tan sencilla como ir a la oficina del tipo, darle todos mis papeles, esperar unos días/semanas, pagarle y enviar la declaración al malvado IRS (la Hacienda estadounidense).
El contacto de este contable infernal (equiparable al primer agente inmobiliario que conocí) me lo dio una compañera de trabajo 100% fiable. La diferencia es que ella es cabeza de familia y por tanto hacerle la declaración a ella le proporciona al señor contable mayores beneficios que hacérmela a mí que no iba a poder cobrarme una cantidad exorbitada por nada (porque sólo tengo un tipo de ingreso y no tengo inversiones ni propiedades). Así que asumo que ha sido por eso que se ha limpiado el ojete con mi declaración. El tipo en cuestión tiene la pinta de un Ken de 70 años. No tiene oficina porque trabaja desde un cuarto de su mansión de cerca de Poway (de donde son los mindundis de Blink 182). Es decir, si no hubiera ido recomendada por mi compañera de curro, hubiera asumido que todo era una estratagema para asesinarme al más puro estilo American Psycho (porque eso es lo que me espero de todo el mundo, todo el tiempo). Pero no sucedió así.


Hubo varios signos que me hicieron sospechar del supuesto contable y que me producían verdadera cascancia. A saber:
  • No me entendía cuando le dictaba números. De acuerdo que tengo acento, pero SEVEN es SEVEN, joder (o igual se creía que hablaba de la película de Brad Pitt). Y él se dedica a las finanzas. NO LO SÉ.
  • Durante tres semanas me llamó de forma constante para hacerme las MISMAS preguntas, una y otra vez. “¿Te hago la declaración como residente o no residente?”, “¿este número es tu sueldo bajo contrato o bajo la fellowship?”, “¿sigues en España?” NO, SEÑOR, he vuelto de España hace ya dos semanas, cuando le llamé para informarle de tal acontecimiento.
  • Cada vez que me llamaba se pasaba 20 segundos riéndose. Justo después de decir “Oh, Eleina!!”. Supongo que se reía porque ya sabía que me iba a joder en el último momento.
  • Esto ya lo he mencionado pero SE PARECE A UN KEN DE 70 AÑOS. Eso no puede ser una buena señal nunca.

Pero lo "mejor" de toda la historia fue el día de la ruptura (vamos a llamarlo el break-up que suena mucho más guay).
Hacía una semana que habíamos acordado que le vería a las 10:30am de un día como hoy para que, por fin, me diera todos mis papeles, completos y listos para ser enviados al malvado IRS. Pero, ilusa de mí, Ron (que así se llama el contable) me llamó para intentar, por enésima vez, posponer nuestra cita. Porque claramente, aún no me había hecho la declaración. Por supuesto, me llamó de nuevo para hacerme las MISMAS preguntas de siempre, y acabar diciendo que prefería quedar dos días más tarde de lo acordado. Me pilló de buenas y le dije que miraría mi agenda (otra cosa de adulto). Pero cuando lo hice vi que no podía quedar ningún otro día, así que le llamé para decirle que tendría que ser (como habíamos acordado con cuatro días de antelación) al día siguiente a las 10:30am. El valiente caballero me dijo que tenía todo el día ocupado y le iba a ser imposible verme. Fue ese el momento en el que alcancé el grado máximo de estar hasta el co*o y le dije que era un cansino y toda la situación, de principio a fin, había sido ridícula. Así que el bueno del contable me hizo un “me enfado y no respiro” en toda regla y me dijo que me enviaría de vuelta por correo todos mis papeles (a lo que me negué, insistiendo que iría en persona a buscarlos pues mi confianza ya estaba irremediablemente rota) para que me buscase otro contable.
Así era, después de una tormentosa y absurda relación de dos meses y pico, Ron había decidido cortar conmigo.
Y claro, te asaltan las típicas preguntas y dudas: “quizás nuestra relación no era tan mala”, “quizás fue culpa mía, no tuve paciencia”, “quizás le exigí demasiado”, “no supe comprenderle”, “¿encontraré a alguien mejor?”, “si encuentro a alguien nuevo, ¿volverá a dejarme?”, “nuestra relación fue una mierda, pero quizás es mejor lo malo conocido…“. Y así.
Pero entonces decidí intentar hacer la declaración yo sola. “No necesito a nadie”. Y mira tú por dónde, en 3 horas conseguí que todo tuviera sentido y que mi declaración ya no pareciera la de Homer Simpson. Mission accomplished. Chúpate esa Ron.
Lo último que tuve que hacer fue ir a su casa a coger mis cosas. Era el fin definitivo de nuestra relación. Él ni siquiera quería verme, así que me dijo que me dejaría mis papeles en un sobre a la puerta de su mansión de cerca de Poway. Supongo que a Ron no le gustan los enfrentamientos.
A pesar de todo, Ron, te deseo lo mejor. Siempre serás mi primer contable.


Elen