Thursday 17 September 2015

Con la ciencia a otra parte

Llevo años haciendo trabajo voluntario en museos y festivales de ciencia, intentando explicarles a los chiquillos (y a algún que otro progenitor, ya sea curioso o cargante) qué es la ciencia, por qué trabajamos en ella y qué estamos intentando conseguir. En cierto modo, un ejercicio de marketing (quizás ellos sean los futuros filántropos que donen 25 millones de dólares).

Hoy, por primera vez, he ido a una escuela, a las afueras de San Diego, concretamente en Oceanside, a enseñar a tres clases de diferentes edades (desde los 10 a los 14 años) a extraer ADN del germen del trigo. El típico experimento que todo hijo de vecino ha hecho, increíblemente simple pero suficientemente interesante para que se salga del aburrimiento normal que inspiran las clases de todos los días cuando estás en el cole. En el mio no, claro. No hacíamos cosas tan guays.
Lo gracioso fue cuando me dijeron, 30 minutos antes de ponernos en marcha, que el colegio era católico y privado. Bueno, bien, no íbamos a hablar de evolución así que no sentí la amenaza de la hoguera. Porque sí, amigos, lo primero que vi al llegar fue un póster sobre “the story of creation” (la historia de la creación) en el aula de al lado. Yo misma, que pasé unos trece años en una escuela católica, recuerdo el día en el que la hermana (por monja, no por colega del gueto) que nos enseñaba ciencia, nos preguntó quién creía en la evolución y quién en la creación. El 95% de la clase, haciendo gala de nuestro instinto de supervivencia y para evitar futuras represalias por parte de la santa inquisición, optamos por la creación. Suck it, Darwin. Un par de osados, haciendo gala de su sentido común, optaron por la opción correcta. Su vida, después de eso, no se volvió más fácil en la clase de ciencia*.

Volviendo al tema que me ocupa. Me lo pasé chachipirulas con los guajes de la escuela, incluyendo al hijo de un gallego de A Coruña que tenía mucho interés por saber de qué parte de Asturias era yo. Es infinitamente más satisfactorio explicarle a un pre-púber qué es una célula vegetal que intentar que un estudiante universitario entienda de qué le hablas cuando le explicas un clonaje mientras él pone cara de Cletus.



Sin embargo, el problema vino cuando, hablando con la maestra, llegué a la conclusión de que si alguna vez tengo churumbeles quizás la opción más beneficiosa sea educarlos en casa o, mejor aún, soltarlos en la calle y que aprendan de la vida y del libre albedrío (esta última opción me dejaría mucho más tiempo libre). Esta maestra, a la cual no juzgo ni pongo en duda sus habilidades como educadora en materia de ciencia (los niños parecían recordar cosas como el nombre de los descubridores del ADN, aunque obviando, como siempre, la contribución de Rosalind Franklin,a la cual la historia le atribuye el verdadero descubrimiento de dicho hito histórico-científico), me dejó un poco perpleja con varios comentarios.

Cito:

“Tengo entendido que hay bullying en la clase, pero no me doy mucha cuenta. El grupo de chicas que se sentaba allí, las llaman mean girls**. Pero lo bueno de esta escuela es que si te pasas, te echan, así que todo el mundo tiene que fingir que se lleva bien mientras está aquí”
“Sí, en California somos muy simpáticos. Pero también falsos, tienes que tener cuidado con quién te juntas. Sobre todo tú, si es que estás sola”.
“Es mucho mejor andar por La Jolla, Oceanside***,… Hillcrest y North Park… La gente que vive ahí tiene más dinero, están más educados, serán más simpáticos contigo”.

No me tomé ninguno de los comentarios como algo personal. Pero lo que extraje de la conversación (de la cual hui en cuanto pude, haciendo un moonwalk) es que lo importante es aparentar. Mejor que los niños finjan estar bien en la escuela y que se lleven sus rencillas afuera, donde no tienen la mediación de ningún adulto sensato (que tampoco es que abunden a lo loco en ningún sitio del mundo). Y lo de que los ricos son más simpáticos… es algo a lo que aún no le encuentro ni pies ni cabeza, porque además creo que es simplemente mentira (generalizando malamente, como la maestra hizo). Yo, en mi mundo de la piruleta, creía que la simpatía no venía asociada a la cuenta corriente.
El caso es que salí de allí pensando que seguramente aquella maestra y yo nunca fuésemos a tomar un café juntas (aunque le dedico mi admiración por lidiar con esos chiquillos cada día), pero lo que más me preocupa es pensar que quizás esos niños, pobres mentes maleables, están siendo educados en todas esas ideas, consciente o inconscientemente. Me alegré de no tener que enfrentarme a tal responsabilidad todos los días (un saludo a todos los maestros que conozco).

Al final, lo de la creación no me pareció ni tan grave.

Os dejo con la imagen de un surfero al atardecer en Scripps Pier, que siempre está bien

Elen

*Reitero mi interés en volver a mi antigua escuela como antigua alumna y dar una charla. Aunque sea sobre el Toro de la Vega.
**Como la peli de Lindsay Lohan, que en España se tradujo como “chicas malas”.
***Barrios de bien de San Diego. Hillcrest y North Park (barrios vecinos, más cercanos al centro de San Diego) los añadió en la conversación tras interrumpirla yo brevemente e indicarle que vivo en North Park.

Sunday 6 September 2015

Can you speak Spanish?

La odisea que representa aprender inglés para el español medio no tiene comparación en el mundo moderno que conocemos con ninguna otra cosa.
Mi generación (un saludo) tuvo que empezar a aprender inglés cuando teníamos unos 6 años. Tu profe, que tiene acento de Grao, empieza enseñándote el presente simple, algo de vocabulario cuya pronunciación intuye pero no acierta (véase picture pronunciado como "pízturi") y pa’ casa. Os puedo decir que en mi colegio le ponían mucho más empeño a que nos supiéramos los 10 mandamientos que a conjugar el verbo “to be”. Cosa que no discuto de su utilidad para la vida moderna, porque a veces tengo que hacer verdaderos esfuerzos para no incumplir el sexto mandamiento*. Ventajas de una educación católica y apostólica. Sueño con el día en que mi antiguo cole me invite a dar una charla como antigua alumna.
Pasas tus exámenes de inglés escribiendo “was” y “what do you…” en todos los blank spaces (huecos. Un saludo, Taylor) que haya y copias todo lo que puedes del de al lado, que tiene menos idea que tú. Esa era la dinámica general de mi clase. Pero yo sabía inglés! Yo tuve que aprender inglés “por mi cuenta” porque quería saber lo que decían esos cuatro tipos con cortes de pelo aterradores de ese cassette que encontré entre los trastos de mi padre. Eran los Beatles, y joder, te digo yo que en asturiano no cantaban. No recuerdo si en ese cassette en particular venían las letras de las canciones, pero sí sé que otros cassettes de otros grupos que tampoco cantaban en español sí traían las letras. Y yo me pasaba horas escuchando música e intentando acoplar los balbuceos del casette con las palabras que allí aparecían escritas. Sentada en mi cama, concentrada como nunca lo he vuelto a estar. Ni puta idea del significado porque el diccionario (el de formato libro, os acordáis? el que para usar necesitas saber el orden alfabético de las palabras) no te cuenta el significado de los idioms ni te deja claro el significado de los phrasal verbs. Ya ni hablar de los juegos de palabras (no creáis que pillé lo de Beatles** desde el principio).

El cassette

También cometí el error de, en su día, apuntarme a una academia de inglés en la calle Uría de Oviedo. Se llamaba Cambridge (o algo así). Y de todo corazón espero que esté cerrada ya. La manager, dueña o señora del averno con exceso de maquillaje que llevaba el chiringuito no sabía ni grapar dos hojas (historia real). Ya ni te digo el nivel de inglés que tenía. Pero servía para estafarle a la gente cientos de euros por, según ella, “hacer más fácil el aprobar los exámenes de inglés de Cambridge”. Sí, mujer. Los profesores nativos que anunciaban se reducían a un solo caballero. Y era de Cuba. Supongo que tenía que haber preguntado que de dónde eran nativos.

Es un milagro que sepamos hablar inglés.
Luego somos muy de reírnos de Michael Robinson porque lleva viviendo en España 400 años pero sigue teniendo acento. Bueno, os diré que deshacerse del acento es muy difícil (en mi caso creo que imposible), pero que yo sepa no tenemos ningún impedimento físico en la garganta para intentar que, cuando hablamos en inglés, las “h” suenen menos mudas que en español y menos gggggggggg que cuando se atraganta nuestro gato. Es todo cuestión de equilibrio. También es verdad que el español medio es una criatura a la cual le da extrema vergüenza hablar otros idiomas, porque sabe que estamos genéticamente prdispuestos para hacer el ridículo en cuanto abrimos la boca. Y al español medio no le gusta hacer el ridículo, a pesar de que luego somos muy de “hablar sin tener ni puta idea” (o lo que los paisanos en los bares llaman “arreglar el país”. Con unos cuantos vinos). Y así nos va, que luego nos indignamos cuando el pobre barman (un saludo a todos los que se dedican a la hostelería) de algún garito de algún país anglosajón no nos entiende cuando le decimos algo así como “jaumachisí” para preguntarle por el precio de la bebida.

Echo un poco de menos, después de 5 años viviendo en países de habla inglesa, el poder hablar en mi mezcla de asturiano y español. Por eso cuando la semana pasada me fui a Barrio Logan (un vecindario de aquí que creo que es dominantemente latino) a uno de mis nuevos lugares favoritos de San Diego, Border X Brewing, a jugar al bingo y ví que todo el mundo hablaba español, me sentí un poquito mejor. Aunque no me entendieran del todo cuando dije “vaya movida”. Nada más entrar por la puerta alguien dijo que mi camiseta molaba, tienen cerveza buenísima, la comida es increíble (mejor veggie wrap hasta la fecha), todo los martes juegan a la lotería con premios de más cerveza y pinchan rock y punk-rock todo el tiempo. Si muero esta semana, mis cenizas podéis esparcirlas allí.

El cartón de lotería con el que no ganamos nada.

Y desde aquel momento en el que encontré el cassette de grandes éxitos de los inglesillos no he vuelto a conseguir reunir la motivación, ni la constancia, ni la concentración suficientes para estudiar ningún otro idioma. Y no habrá sido por no intentarlo. Al menos en inglés he conseguido el nivel suficiente para cagarme en los muertos de quien me la lía o tener discusiones de mierda con mi pareja (creedme que eso es todo un reto que pone a prueba tu nivel en dicho idioma). Aunque a punto estuve de aprender griego fluído (ahórrense los comentarios jocosos al respecto) a base de tener conversaciones con el dueño de la funeraria del bajo de mi edificio, cuando viví durante un año en Thessaloniki (un saludo a todos los griegos).

Así que, amigos angloparlantes nativos, alegraos de que sea capaz de hilar más de dos frases seguidas en vuestro idioma y que la mayoría de las veces no os escupo en un ojo cuando digo “hello, how are you?”.

*El sexto mandamiento es “no matarás”, no? Los demás los doy por perdidos.
**Para los despistados. El nombre de The Beatles es un juego de palabras entre beetles (escarabajos) y beat (ritmo). De nada.